Se puede decir más alto, pero no más claro. Las palabras del Cardenal Primado no dejan lugar a la duda y las hermandades de Sevilla deberían tener en cuenta esa reflexión. Porque ahora vivimos tiempos recios y no caben los comportamientos tibios.
La Semana Santa no es una exaltación de los sentidos, aunque tenga cierto componente sentimental. La Semana Santa es una meditación de la Pasión y Muerte de Cristo, teniendo además un componente catequético ya que nos enseña lo que la Iglesia nos ha transmitido desde la época apostólica, por mandato del Señor.
Las hermandades han sufrido, de manera especial, el paso del pensamiento postmoderno por ellas y los efectos nefastos de un mal comprendido Concilio Vaticano II, especialmente por aquellos clérigos que mintiendo, quisieron fundir el cristianismo con el marxismo, confundiendo el Reino de los Cielos con el Estado Socialista.
Éstos pensaron que la religiosidad popular era atávica y trasnochada. Algo que olía a naftalina. Olvidaron los tiempos de Trento. Y olvidaron también que lo que debe la evangelización americana a nuestra religiosidad popular.
Esto dejó en cierta medida huérfanas a las hermandades, lo que fue aprovechado por la izquierda como medio de propaganda. Cuando en 1.982 el PSOE gana las elecciones, los socialistas vieron que podían ganar a las hermandades para su causa. Es curioso como la izquierda en general ha fomentado la dicotomía Iglesia-Jerarquía por un lado y hermandad-pueblo por otro, presentándose a su vez como un firme defensor de las fiestas y las tradiciones del pueblo, la Semana Santa entre ellas.
Los Obispos fueron conscientes de que las hermandades se les podía escapar de las manos por lo que empezó a girar hacia ellas lentamente. Así lo demuestran tres documentos salidos de sus manos: “El Catolicismo popular en el Sur de España, 1.975; “Carta pastoral de los obispos de las provincias eclesiásticas de Granada y Sevilla”, 1.982 y la carta pastoral de los Obispos del Sur de España, “Las Hermandades y las Cofradías”, de 1.988, dónde los Obispos se posicionan a favor de las hermandades y cofradías pidiendo su renovación y especialmente, solicitando al clero que atienda mejor a las cofradías.
Pero el daño estaba hecho y todavía hoy lo sufrimos: hermanos mayores sin formación, pérdida del sentido litúrgico de las cofradías y sobre todo, pérdida de la racionalidad en la pertenencia a las hermandades, con una exaltación del sentimentalismo que desemboca en una ausencia del sentido y del compromiso cristiano: por ejemplo, se ve perfectamente compatible salir de nazareno y discrepar abiertamente con las enseñanzas de la Iglesia, así lo vimos por ejemplo en la publicación de un libro por parte de un conocido hermano del Silencio donde negaba las principales confesiones cristológicas, al más puro estilo Código da Vinci.
Aunque al poder, una vez obtenido lo deseado, ha dejado de interesarle las hermandades, en Sevilla se siguen produciendo acercamientos esporádicos, especialmente en tiempos de campaña electoral: así ha quedado patente en la actuación vergonzosa del Alcalde en la entrega del Llamador a los hermanos Cruz Solís, confundiendo el acto con un mitin.
Las hermandades tienen que ser consciente que son Iglesia, que pertenecen a la Iglesia y que han jugado un papel fundamental en la historia de la Iglesia de Sevilla. Sus hermanos tienen que dejar de pensar en la subvención y asumir su responsabilidad como laicos.
Es lamentable que con los continuos ataques perpetrados por parte del Gobierno a la Iglesia, en Sevilla no haya salido nadie a defenderla. Ningún Hermano Mayor ha hecho una declaración (supongo que por miedo) ni el Consejo de Cofradías ha sido capaz de aunar alguna propuesta contra las uniones homosexuales, la enseñanza laicista e incluso, por qué no, contra el Estatuto, ese Estatuto que subrepticiamente abre un resquicio a la eutanasia. Parece que lo único que les interesa son los minutos de paso por la Carrera Oficial y el cobro, rápido eso sí, de las sillas. Lo demás ni les va ni les viene.
Vivimos tiempos recios. Hay que mirarse en esos cofrades valientes de siglos pasados que defendieron el dogma de la Inmaculada Concepción (¿saben los hermanos hoy qué es y qué significa ese dogma?). Los que llevaron su devoción a América. Por eso las hermandades tienen que dar un paso adelante, si no quieren acabar convirtiéndose en una comparsa más de la Nación-Estado andaluza.
La Semana Santa no es una exaltación de los sentidos, aunque tenga cierto componente sentimental. La Semana Santa es una meditación de la Pasión y Muerte de Cristo, teniendo además un componente catequético ya que nos enseña lo que la Iglesia nos ha transmitido desde la época apostólica, por mandato del Señor.
Las hermandades han sufrido, de manera especial, el paso del pensamiento postmoderno por ellas y los efectos nefastos de un mal comprendido Concilio Vaticano II, especialmente por aquellos clérigos que mintiendo, quisieron fundir el cristianismo con el marxismo, confundiendo el Reino de los Cielos con el Estado Socialista.
Éstos pensaron que la religiosidad popular era atávica y trasnochada. Algo que olía a naftalina. Olvidaron los tiempos de Trento. Y olvidaron también que lo que debe la evangelización americana a nuestra religiosidad popular.
Esto dejó en cierta medida huérfanas a las hermandades, lo que fue aprovechado por la izquierda como medio de propaganda. Cuando en 1.982 el PSOE gana las elecciones, los socialistas vieron que podían ganar a las hermandades para su causa. Es curioso como la izquierda en general ha fomentado la dicotomía Iglesia-Jerarquía por un lado y hermandad-pueblo por otro, presentándose a su vez como un firme defensor de las fiestas y las tradiciones del pueblo, la Semana Santa entre ellas.
Los Obispos fueron conscientes de que las hermandades se les podía escapar de las manos por lo que empezó a girar hacia ellas lentamente. Así lo demuestran tres documentos salidos de sus manos: “El Catolicismo popular en el Sur de España, 1.975; “Carta pastoral de los obispos de las provincias eclesiásticas de Granada y Sevilla”, 1.982 y la carta pastoral de los Obispos del Sur de España, “Las Hermandades y las Cofradías”, de 1.988, dónde los Obispos se posicionan a favor de las hermandades y cofradías pidiendo su renovación y especialmente, solicitando al clero que atienda mejor a las cofradías.
Pero el daño estaba hecho y todavía hoy lo sufrimos: hermanos mayores sin formación, pérdida del sentido litúrgico de las cofradías y sobre todo, pérdida de la racionalidad en la pertenencia a las hermandades, con una exaltación del sentimentalismo que desemboca en una ausencia del sentido y del compromiso cristiano: por ejemplo, se ve perfectamente compatible salir de nazareno y discrepar abiertamente con las enseñanzas de la Iglesia, así lo vimos por ejemplo en la publicación de un libro por parte de un conocido hermano del Silencio donde negaba las principales confesiones cristológicas, al más puro estilo Código da Vinci.
Aunque al poder, una vez obtenido lo deseado, ha dejado de interesarle las hermandades, en Sevilla se siguen produciendo acercamientos esporádicos, especialmente en tiempos de campaña electoral: así ha quedado patente en la actuación vergonzosa del Alcalde en la entrega del Llamador a los hermanos Cruz Solís, confundiendo el acto con un mitin.
Las hermandades tienen que ser consciente que son Iglesia, que pertenecen a la Iglesia y que han jugado un papel fundamental en la historia de la Iglesia de Sevilla. Sus hermanos tienen que dejar de pensar en la subvención y asumir su responsabilidad como laicos.
Es lamentable que con los continuos ataques perpetrados por parte del Gobierno a la Iglesia, en Sevilla no haya salido nadie a defenderla. Ningún Hermano Mayor ha hecho una declaración (supongo que por miedo) ni el Consejo de Cofradías ha sido capaz de aunar alguna propuesta contra las uniones homosexuales, la enseñanza laicista e incluso, por qué no, contra el Estatuto, ese Estatuto que subrepticiamente abre un resquicio a la eutanasia. Parece que lo único que les interesa son los minutos de paso por la Carrera Oficial y el cobro, rápido eso sí, de las sillas. Lo demás ni les va ni les viene.
Vivimos tiempos recios. Hay que mirarse en esos cofrades valientes de siglos pasados que defendieron el dogma de la Inmaculada Concepción (¿saben los hermanos hoy qué es y qué significa ese dogma?). Los que llevaron su devoción a América. Por eso las hermandades tienen que dar un paso adelante, si no quieren acabar convirtiéndose en una comparsa más de la Nación-Estado andaluza.
7 comentarios:
No te falta ninguna razón estimado San Isidoro. Es triste comprobar que la Semana Santa se está convirtiendo poco a poco en un culto a exhibiciones de bandas de música y chicotás de circo dejando de lado lo verdaderamente importante...la fe en Dios. Sin duda, me quedo con esas chicotás sentidas del señor de los Gitanos en campana que sin perder el compás del paso sobre los pies arranca sentimientos y lágrimas. Me quedo,San Isidoro, por una revirá sobre los pies de algunos palios que sin bullicio alguno llegan al corazón más cristiano. Me quedo con el Señor de Sevilla, el Gran Poder, capaz de poner un silencio maestrante en plazas repletas de miles de personas. Ese es Dios caminando, según cuentan, y ese es el Dios que tenemos que conservar en nuestro interior. Esa es la Semana Santa que tenemos que conservar y transmitir a nuestros hijos.
Hechos probados los que describes. Lamentable comportamiento de los cofrades, más propio de la "intelectualidad progre". Pero viste mucho eso de salir en procesión, en Sevilla. Se ha permitido la apreciación de la Semana Santa como acto cultural y artístico, puramente laico. Lo más repugnante, la presencia de políticos anticlericales en actos religiosos a título de representantes; lo que se ha conseguido con ello es contaminarlos con un carácter laico. O cambian de actitud o se perderán en la confusión. Es inaceptable y produce rechazo (al menos a mí).
San Isidoro: totalmente acertado tu artículo. Lo cierto es que la izquierda trató, no sólo de acercarse a las hermandades, si no que fomentó un enfrentamiento directo con la jerarquía de la iglesia. Además, se fomentó la entrada masiva en las cofradías de personajes sin las más mínimas convicciones religiosas, amigos de la juerga y del cachondeo, que pensaba que la Semana Santa era una romería o un carnaval más.
Es evidente que el compomente humano es muy importante. Y si determinadas semanas santas de Andalucía son famosas por las grandes muchedumbres que congregan, no podemos obviar que la semana de pasión no sólo se circunscribe al hecho religioso, ya que es una celebración que es motor económico de muchas ciudades (hostelería, turismo, artesanía,...). Pero, teniendo en cuenta eso, no creo que sea positiva la secularización tan radical que están sufriendo las hermandades penitenciales. La Semana Santa es un hecho cultural sin parangón, es una explosión de la primavera, pero, ante todo, es una muestra de la religiosidad popular. Si prescindiéramos de su esencia, la Semana Santa sería una procesión de muñecos, como una cabalgata de carnaval o las fallas de Valencia.
Por eso es importante que las cofradías vuelvan a sus raíces catequizadoras, al espíritu de iglesia en la calle, para que sigan creciendo en esplendor y hondura. Y sobretodo que sus miembros no sólo se preocupen del dinero que recibirán por subvenciones o del puesto que llevarán en el cortejo. Que recuerden que la procesión es una estación de penitencia, un ejercicio espiritual y una oración en la calle. Feliz Semana Santa a todos.
A mí, que soy de Sevilla pero me he criado fuera, me extraña muchísimo la "religiosidad popular" de las hermandades. El modo en que personas perfectamente ateas tienen como dioses a las imágenes y se emocionan con ellas, pero luego ni un ápice de sentido cristiano en sus vidas -no ya del más mínimo fervor religioso o cumplimiento de las normas mínimas de la fe católica-.
El artículo me parece magnífico y desde que vivo en Sevilla noto como la existencia de dos iglesias, de dos religiones: las hermandades y la Católica. Y cómo se van separando -no ya los hermanos mayores, sino los simples cofrades-. Empieza a parecerme la Semana Santa una simple conservación de tradiciones, una Feria de Abril más con la que se atrae a los turistas, y se fomenta el espíritu capillita que tanto gusta en Sevilla, olvidándose de que el católico es universal.
Aún así ni lo pienso de todos ni creo que la Semana Santa haya perdido aún su verdadero sentido. Un saludo.
San Isidoro, me ha gustado tu post. Entiendo que es necesario que nuestra jerarquía eclesiástica ponga orden en las hermandades.
Excelente artículo.
saludos, he leído el blog de Natalia Pastor, en el cual me encontré con una acalorada polémica, sus palabras han iluminado mucho, a pesar de que se intentan desinflar en cierto modo, pero me parece muy valiente sus comentarios, le invito a mi blog, para enriquecer nuestro compromiso cristiano. saludos.
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