jueves, 29 de marzo de 2012

Oremos





Comunicado de la Casa General de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X



Luego de su encuentro, el 16 de marzo de 2012, con el Cardenal William Levada, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la FE, Mons. Fellay, Superior General de la Fraternidad San Pío X, invita instantemente a los fieles a redoblar el fervor en la oración y la generosidad en los sacrificios en estos Días Santos y en las semanas que vendrán luego de la Fiesta de Pascua, para que se haga la Voluntad de Dios, y sólo ella, siguiendo el ejemplo que  N. S. Jesucristo nos dio en el Jardín de los Olivos:non mea voluntas, sed tua fiat (Luc. 22,42).
Más que nunca se muestra indispensable la Cruzada del Rosario, comenzada en Pascua de 2011 y que debe terminarse en la fiesta de Pentecostés de 2012. Por ello la Fraternidad San Pío X, que sólo quiere el bien de la Iglesia y la salvación de las almas, se dirige con confianza a la Santísima Virgen María para que ella le obtenga del su divino Hijo las luces necesarias para conocer claramente su voluntad y para cumplirla audazmente.
Que los fieles tengan a bien ofrecer una santa comunión por esta intención. Que hagan plenamente suya, en pensamiento y en obra, la oración que Nuestro Señor nos pidió dirigir a nuestro Padre de los cielos:Sanctificetur nomen tuum, adveniat regnum tuum, fiat voluntas tua sicut in caelo et in terra, ¡santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo!
Menzingen, 29 de marzo de 2012


Oremus!

Fuente: DICI



martes, 27 de marzo de 2012

Ahogarse en la orilla.



Así podríamos resumir los resultados obtenidos por el Partido Popular en las últimas elecciones andaluzas: Arenas se ahogó en la orilla.

Los chicos de la gaviota pensaban en pasear triunfalmente por la Avenida de José Antonio, ahora de la Constitución, pero mejor lo dejarán para otro año, al menos para otros cuatro.

La verdad sea dicha, la noche electoral fue bastante entretenida. No había más que ver la cara de los periodistas que consideraban que el PP se iba a alzar con el triunfo esa noche, a medida que se iban escupiendo los resultados y el partido del extremo centro se quedaba atorado en los cincuenta escaños. Tremendo.

¿Y qué decir de los medios de comunicación? Las estadísticas pre – electorales, se quedaron con todo el mundo, de ahí quizás el cabreo general de los analistas. Derecho al pataleo.

Ahora bien, ¿qué amerita el PP para ganar en Andalucía? ¿La corrupción? Sí, es un factor, pero no el único. Hacen falta propuestas. Y el PP no ha hecho ningunas. El PP ha perdido por la falta de fortaleza propia de este partido de no – izquierdas. El candidato Arenas, creyéndose ganador, faltó a la cita de Canal Sur ya que el debate estaba amañado. ¿Y? Tenía miedo a que le preguntaran por las atrocidades cometidas por Rajoy contra los trabajadores, sin embargo los partidos se ganan en la cancha, no en los despachos.

Ahora vendrán con que gobierne la lista mayoritaria, cosa que en una democracia debería ocurrir, no como la oligarquía que padecemos en España. Ahora bien, lo que vale para Andalucía vale para Asturias, digo yo.

Como he dicho, la jornada electoral no dejó de tener su gracia, sin embargo, lo que no la tiene es lo que vendrá a partir de ahora, la coalición entre IU y el PSOE, pero ya se sabe, entre el original y la copia, la gente prefiere el original.

O al menos eso es lo que nos han dicho los del canon, ¿no?

O sea.

domingo, 25 de marzo de 2012

Homilía del Cardenal Amato en la Función del Septenario de la Macarena



Angelo Card. Amato, SDB

Ilustrísimo Señor Manuel García García, Hermano Mayor dela Real, Ilustre y Fervorosa Hermandad y Cofradía de Nazarenos de Nuestra Señora del Santo Rosario, Nuestro Padre Jesús dela Sentenciay María Santísima dela Esperanza Macarena,

Queridos hermanos y hermanas:

1. Es la segunda vez que vuelvo a Sevilla para celebrar a María Santísima dela EsperanzaMacarena.La primera visita fue en el mes de septiembre de 1995 (mil novecientos noventa y cinco), con ocasión de la celebración del IV Centenario dela Fundaciónde vuestra Hermandad, y hablé entonces de la misericordia dela Madrede Dios.

Les agradezco también esta vez su invitación. Vuelvo con gusto a vuestra ciudad, célebre por sus monumentos artísticos, pero ilustre también por sus Santos y Beatos, que han dado testimonio en la historia de la caridad de Cristo y de la verdad del Evangelio.

He aceptado la invitación a presidirla Solemne Eucaristía, en la conclusión del Septenario en honor de María Santísima dela EsperanzaMacarena, para agradecer ala VirgenMaríasu presencia maternal en la beatificación del 18 (diesiocho) de septiembre de 2010 (dos mil diez) de Madre María dela Purísima, séptima Superiora General de las Hermanas dela Compañíadela Cruz.

Fue un espectáculo emocionante e inolvidable ver el Estadio dela Cartuja transformarse en una magnífica catedral y acoger miles de Religiosas y de Fieles, para rezar y glorificar a una Religiosa que había sido testigo de la caridad de Cristo en vuestra ciudad, con un servicio humilde y constante para con los más pobres y necesitados.

La extraordinaria presenza dela Macarenaen el estadio quería indicar que la Beata María de la Purísima había aprendido de ella la noble lección evangélica de la ayuda desinteresada y concreta al prójimo pobre e indigente. Imitando ala Madrede Jesús, la nueva Beata había transformado su estancia en Sevilla en donación total de sus energías físicas y espirituales a los hermanos y a las hermanas indigentes, dando de comer a los hambrientos y de beber a los sedientos, visitando a los enfermos, consolando a los afligidos, sosteniendo a los vacilantes, devolviendo a todos la confianza y las ganas de vivir.

El día de la beatificación, los sevillanos se sorprendieron y se alegraron de ver ala Macarenacaminar por las calles de su ciudad. Erala Madrecelestial que visitaba a sus hijos, bendiciéndoles y animándoles con su presencia y su intercesión.

2. Esta peregrinación de María es el símbolo de la vida humana, que es un camino, un viaje en el mar, a menudo oscuro y tormentoso, de la historia. En esta navegación necesitamos estrellas que nos indiquen la ruta: «Las verdaderas estrellas de nuestra vida –dice el Papa Benedicto XVI (dieciséis) – son las personas que han sabido vivir rectamente. Ellas son luces de esperanza. Naturalmente, Jesucristo es la luz por antonomasia [...]. Pero para llegar a Él necesitamos también de luces cercanas – de personas que irradian luz que proviene de su luz y ofrecen así orientación para nuestro camino. Y ¿qué persona podría mejor que María ser para nosotros estrella de esperanza [...]?».[2]

Jamás una advocación mariana ha sido más actual que la de María estrella de esperanza. Hoy tenemos una gran necesidad de esperar. La realidad social nos lleva a menudo al pesimismo y a la desconfianza. Pero no nos debemos dejar envenenar por el pesimismo. La sabiduría de los clásicos exhortaba así: «Oh hombre, vive en la esperanza y aliméntate de la esperanza».[3]

La esperanza es el oxígeno de la existencia, porque infunde una actitud positiva, que se opone a la resignación, al desconsuelo, al desaliento, al desánimo. La esperanza pertenece a la identidad del ser humano. Sin esperanza, la existencia se encalla como un barco naufraga en las rocas: no se puede mover, no puede seguir su camino hacia la meta. El hombre tiene necesidad de esperanza, que da valor y dinamismo a la vida.

3. Donde a menudo las esperanzas humanas fracasan, la confianza en la providencia divina no fracasa nunca. Los Salmistas cantan frecuentemente la esperanza del hombre en la ayuda divina: «Tú eres, Señor, mi esperanza y mi confianza desde mi juventud» (Sal. 71, 5).

¿Por qué no debemos desesperar, por qué debemos tener confianza? Porque estamos en las manos sabias y misericordiosas de Dios nuestro creador y padre. Nuestra vida personal y comunitaria se puede comparar al banquete de una boda, en el que en un determinado momento falta el vino, es decir el entusiasmo y el gozo de vivir. La palabra de Dios nos lo asegura: en la fiesta de nuestra existencia, como en las bodas de Caná, participan también Jesús y María (Jn 2, 1). Y María, con su intuición maternal, se da cuenta enseguida de la falta de vino, de la situación de malestar y tristeza e invita a su Hijo divino a intervenir.Y Jesús hace su primer milagro, transformando el agua en vino bueno, oloroso y abundante. Así la fiesta de la vida continúa con serenidad.

Este es el significado de la esperanza: Jesús y María están aquí, a nuestro lado, en nuestra historia. En Caná, como en Sevilla como en todo el mundo, la fiesta de los nuevos esposos ve la presencia amorosa del Señor en la humanidad necesitada, enla Iglesia, en nuestras familias. Llamado porla MadreInmaculada, Jesús, que cambió el agua en vino, transforma nuestra desconfianza en esperanza, la aflicción en alegría, la carencia en abundancia.


4. Es, de hecho, Jesús, «nuestra esperanza» (cf. 1 Tim 1, 1), una «esperanza que no defrauda» (cf. Rm 5, 5), porque es respuesta no de las posibilidades del hombre, sino de la presencia operante y eficaz de Dios creador en la historia: es esta «la esperanza a la que habéis sido llamados» (cf. Ef 4, 4).

La esperanza cristiana es Cristo resucitado. Es Él quien nos hace entrar en «un cielo nuevo y una nueva tierra» (cf. Ap 21, 1); quien nos limpia las lágrimas de los ojos; quien elimina la muerte, el luto, el lamento y toda aflicción (cf. Ap 21, 4); quien nos sacia con los frutos del árbol de la vida (cf. Ap 22, 2); quien nos ilumina con el sol de su luz (cf. Ap 22, 5); quien nos da el agua de la vida eterna (cf. Ap 21, 17).

Antes del momento de la traición, Jesús había dicho a sus discípulos: «¡Ánimo! Yo he vencido al mundo» (Jn 16, 33); «No se turbe vuestro corazón y no tengáis miedo» (Jn 14, 27).

La destinataria de esta exhortación no erala VirgenMaría, la mujer fuerte y fiel. Ante la cruz de su Hijo moribundo, ella meditó las palabras del Ángel en la anunciación: «No temas, María» (Lc 1, 30). Por esta firme confianza, recibió de Jesús la misión de convertirse en madre de todos los creyentes (Jn 19, 26-27), madre de la esperanza: «Dios te salve, Reina y madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra».

Los devotos de la Esperanza Macarena conocen bien esta misión maternal de María, enconmendando a ella anelos y súplicas. En el libro de firmas delBesamanos de la Virgen de la Esperanza se leen estas peticiones de los cofrades y devotos: «Desde que tenía 9 (nueve) años quise venir a Sevilla por ti, ahora tengo 28 (ventiocho) y no quiero separarme de ti, Señora de Sevilla». «Quítame el pan si quieres, quítame el aire, pero no me quites tu llanto y tu sonrisa. La Esperanza es el sueño del hombre despierto. Te quiero». «Madre, sin tu Esperanza no soy nada. Gracias por ser tuyo». «Este es el último año que besamos tu mano como novios. El año que viene, si tu Hijo quiere, seremos marido y mujer. Bendice nuestro matrimonio, madre nuestra de la Esperanza».[4] Son los corazones de los hijos que confían sus deseos y sus sueños ala Madre celestial.

5. Educados por Jesús y María, también nosotros estamos llamados a ser testigos de esperanza. No somos un pueblo sin esperanza. Decía un sabio monje cristiano que la esperanza difunde la fe en toda nuestra existencia, haciendo después madurar las flores y los frutos de la caridad.

Pero en concreto ¿cómo vivir y manifestar esta nuestra esperanza?La EsperanzaMacarenapodría sugerir tres actitudes marianas.

Ante todo hay que evitar tanto la desesperación como la presunción. La esperanza nos preserva del pesimismo, que considera insignificante y sin valor nuestra existencia. S. Cirilo de Jerusalén instruiba así a los cristianos de su tiempo: «¡No desesperemos de nosotros mismos, hermanos, no nos abandonemos y nos privemos de la esperanza! Es terrible no creer en una esperanza de conversión [...]. La serpiente se despoja de su vieja piel y nosotros ¿no deberíamos poder despojarnos del pecado? Un terreno lleno de zarzas, si se cultiva bien, se transforma y produce buenos frutos. Y ¿no tendríamos esperanza de nuestra salvación?»[5] La esperanza nos preserva también de la presunción, que cree poder resolver todo con únicamente con la fuerzas humanas.[6] Repitamos con el Salmista: «Tú eres, Señor, mi esperanza y mi confianza desde mi juventud» (Sal 71, 5).


En segundo lugar, estamos invitados a tener cotidianamente gestos de esperanza. La esperanza es como el amor. Tiene necesidad de manifestarse continuamente en gestos y en palabras. Pueden ser actitudes y palabras de paciencia, de tolerancia, de perdón, de consuelo.


En tercer lugar, hay que vivir con la firme esperanza de que caminamos hacia la patria celestial. La esperanza cristiana, de hecho, rasga la puerta oscura del tiempo, abriéndonos al sol de la vida eterna, al futuro de Dios, que no puede ser anulado por la vanidad terrena y que la misma muerte no puede destruir. Y justamente es esta esperanza de la vida eterna, que nos hace superar las ilusiones y las desilusiones cotidianas y que sostiene tantas pequeñas esperanzas de la vida. Decía S. Basilio: «¿Has recibido un ultraje? ¡Mira a la gloria reservada a tu perseverancia en el cielo! ¿Has sufrido un daño económico? ¡Ten fijos los ojos en las riquezas celestiales y en el tesoro que has ganado con las buenas obras! ¿Te han echado de tu patria? ¡Pero tu patria es la Jerusalén celestial! ¿Has perdido un hijo? Pero te quedan los ángeles con los que danzarás alrededor del trono de Dios y gozarás de una alegría eterna».[7]

6. Queridos hermanos, en la fiesta de María Santísima dela EsperanzaMacarena, renovemos nuestra esperanza, que es la medicina de nuestras aflicciones.

Queridos Hermanos y Hermanas dela EsperanzaMacarena, sois un gran ejército de 12.490 (doce mil cuatrocientos noventa) cofrades. Los jóvenes de hasta 25 (veinticinco) años forman la parte más numerosa dela Hermandad. Son 4.757 (cuatro mil setecientos cincuenta y siete), es decir el 38 (trenta y ocho) por ciento. Esto significa que vosotros dais a la Iglesia y a la sociedad un extraordinario mensaje positivo de esperanza y de juventud. Non solo con las oraciones sino también con las acciones, ayudando a los pobres con alimentos, ropa, medicinas; pagando las facturas de gas, luz y agua de las familias pobres; obrando tantas iniciativas de caridad. Vosotros sois mensajeros y anclas de esperanza en vuestra ciudad y en el mundo.

El verdadero trono dela Macarena es vuestro corazón bueno, generoso y acogedor. Vosotros sois la corona viva de María. Seguid siendo fieles a vuestra Regla. Seguid haciendo gloriosa a vuestra ciudad con vuestra presencia benéfica.

El Señor os bendiga y la Esperanza Macarena sea siempre vuestro escudo celestial contra todo mal.

Amén.


[1] Homilía pronunciada en Sevilla, el 18 de marzo de 2012, con ocasión dela Misa conclusiva del Septenario en honor de María Santísima dela Esperanza Macarena.


[2] Benedetto XVI, Enc. Spe salvi, n. 49.


[3] Euripides, Fragmento 826.


[4] Esperanza Macarena, III Época, n. 1, Sevilla 2011, p. 72-73.


[5] Catequesis, 2,5.


[6] STh II II q.19 a. 12, q.20 a.3.


[7] Homilía sobre la acción de gracias, 7.


martes, 20 de marzo de 2012

Una conmovedora carta de Monseñor Nicolás Bux al Obispo Fellay

Está en inglés, pero se entiende bien.

To His Excellency, Bishop Bernard Fellay, and to the Priests of the Society of Saint Pius X


Your Excellency,
Most dear Brothers,

Christian brotherhood is stronger than flesh and blood because it offers us, thanks to the divine Eucharist, a foretaste of heaven.

Christ invited us to experience communion, this is what our "I" is made of. Communion means loving one's neighbor a priori, because we have the one Savior in common with him. Based on this fact, communion is ready for every sacrifice in the name of unity; and this unity must be visible, as the last petition addressed by Our Lord to his Father teaches us - "ut unum sint, ut credat mundus" -, because this is the decisive testimony of Christ's friends.

It is undeniable that numerous facts of Vatican II and of the period that followed it, related to the human dimension of this event, have represented true calamities and have caused intense pain to many great Churchmen. But God does not allow His Holy Church to reach self-destruction.

We cannot consider the severity of the human factor without having confidence in the divine factor, that is to say, in Providence, who guides history and, in particular, the history of the Church, while respecting human freedom.

The Church is at once a divine institution, divinely protected, and a product of men. Her divine aspect does not deny her human one - personality and freedom - and does not necessarily hinder it; her human aspect, while remaining whole and even compromising, never denies her human one.

For reasons of Faith, but also due to the confirmations, albeit slow ones, that we are able observe at the historical level, we believe that God has prepared and continues to prepare, throughout these years, men who are worthy of rectifying the errors and the ommissions we all deplore. Holy works already exist, and will appear in still greater numbers, that are isolated ones from the others but that a divine strategy links at a distance and whose actions add up to a well-ordered design, as it miraculously happened at the time of the painful Lutheran rebellion.

These divine interventions seem to grow in proportion to the complexity of the facts. The future will make it clear, as we are convinced, and it seems dawn is almost at hand.

During some moments, the uncertain dawn struggles with darkness, which fades slowly, but when it appears we know that the sun is there, and that it will invariably pursue its course in the heavens.

With Saint Catherine of Siena, we wish to say: "Come to Rome in complete safety," next to the house of the common Father who was given to us as the visible and perpetual principle and foundation of Catholic unity.

Come take part in this blessed future in which we can already foresee dawn, despite the persistant darkness. Your refusal would increase darkness, not light. And yet the sparks of light we can already admire are numerous, beginning with those of the great liturgical restoration effected by the motu proprio "Summorum Pontificum". It stirs up, throughout the whole world, a large movement of adherence from all those who wish to increase the worship of God, particularly the young.

How to ignore the other concrete gestures, full of meaning, of the Holy Father, such as the lifting of the excommunications of the bishops ordained by Abp. Lefebvre, the opening of a public debate on the interpretation of Vatican II in light of Tradition, and, for this purpose, the renewal of the Ecclesia Dei Commission?

Perplexities certainly remain, points to be deepened or detailed, as those regarding ecumenism and interreligious dialogue (which has been, for that matter, already the object of an important clarification given by the declaration Dominus Iesus, of the Congregation for the Doctrine of the Faith, of August 6, 2000), or regarding the way in which religious liberty is to be understood.

Also on these matters, your canonically assured presence within the Church will help bring more light.

How not to think of the contribution you could give to the welfare of the whole Church, thanks to your pastoral and doctrinal resources, your capabilities and your sensibility?

This is the appropriate moment, the favorable time to come. Timete Dominum transeuntem: let not the occasion of grace the Lord offers you pass by, let it not pass by your side without recognizing it.

Will the Lord grant another one? Will not we all one day appear before His Court and answer not only for the evil we have done, but above all for the good we might have accomplished but did not?

The Holy Father's heart trembles: he awaits you anxiously because he loves you, because the Church needs you for a common profession of faith before a world that is each day more secularized and that seems to turn its back to its Creator and Savior hopelessly.

In the full ecclesial communion with the great family that is the Catholic Church, your voice will no longer be stifled, your contribution will be neither ignorable nor ignored, but will be able to bring forth, with that of so many others, abundant fruits which would otherwise go to waste.

The Immaculate teaches us that too many graces are lost because they are not asked for; we are convinced that, by answering the offer of the Holy Father favorably, the Society of Saint Pius X will become an instrument to enkindle new rays from the fingers of our Heavenly Mother.

On this day dedicated to him, may Saint Joseph, spouse of the Blessed Virgin Mary, Patron of the Universal Church, inspire and sustain your resolutions: "Come to Rome in all safety".

Rome, March 19, 2012.
Feast of Saint Joseph

d. Nicola Bux

Fuente: Rorate Caeli

Actualización: La Buhardilla de San Jerónimo ha vertido la carta al español.