lunes, 31 de marzo de 2008

A modo de presentación


Escribió el Papa Juan Pablo II que «la fe y la razón son como las dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la verdad». Entre la Verdad revelada y la Verdad demostrable no hay contradicción. Como diría Santo Tomás de Aquino, en la Summa contra los gentiles:

Existiendo, pues, dos clases de verdades divinas, una de las cuales puede alcanzar con su esfuerzo la razón y otra que sobrepasa toda su capacidad, ambas se proponen convenientemente al hombre para ser creídas por inspiración divina

En un mundo tan tecnificado como el nuestro donde la ciencia lo llena todo y el Todo se reduce a ella, resulta curioso que es donde más se apela a los sentimientos y menos a la razón, donde menos verdad hay. La verdad se escribe con minúsculas y ya no es una, sino muchas. Además hemos perdido la posibilidad de criticarla, de saber qué es bueno y lo malo; todas las verdades que se proponen al mundo postmoderno son iguales. Por otro lado, nuestros argumentos han dejado de apelar a la razón para referirse a las vísceras. Es como si el hombre se hubiese cercenado a la cabeza. No se dan referencias puesto que estas no existen; es imposible comparar. Y el hombre queda inerme.