jueves, 22 de mayo de 2014

Homo oeconomicus

...el hombre puramente económico es casi un retrasado mental desde el punto de vista social. La teoría económica se ha ocupado mucho de este imbécil racional aposentado en la comodidad de su ordenamiento único de preferencias para todos los propósitos.
Amartya Kumar Sen, Rational Fools, 1.976.

domingo, 20 de abril de 2014

Surréxit Dóminus vere, Allelúia.

Laudáte Dóminum omnes gentes: et collaudáte eum, omnes pópuli.

Quóniam confirmáta est super nos misericórdia eius: et véritas Dómini manet in eternum.

(Ps. 116, 1-2)


¡Feliz Pascua de Resurrección!

martes, 31 de diciembre de 2013

¡Feliz año 2.014!

Acabamos el año 2.013 con el Te Deum:



Y empezamos el 2.014 con el Veni Creator Spiritus:



¡Feliz año nuevo a todos!


jueves, 26 de diciembre de 2013

¡Feliz y santa Navidad!


¡Felices Pascuas a todos!


sábado, 5 de octubre de 2013

Futbolerías

En la sevillana localidad de Alcolea del Río, el martes pasado el equipo de fútbol del pueblo asistió a la Misa de Acción de Gracias, ofreciendo posteriormente flores a su patrona.


¿Quién es el cura de la foto de arriba?

Aquí mejor:



Y otra:


El cura se puso la camiseta tras la ofrenda floral y con ella puesta, entonó el himno a la Virgen. Estas son las cosas tan chocantes de la Iglesia de hoy.

Todo muy confuso. Que el Señor tenga piedad de nosotros.

Más aquí.

viernes, 19 de julio de 2013

¡Qué bien se lo pasan!



Todo es tan patético...

¡Señor ven pronto!

lunes, 15 de julio de 2013

San Jerónimo sobre el administrador infiel

San Jerónimo sobre el administrador infiel (Evangelio del octavo Domingo tras Pentecostés).
 
 
Del evangelio de Lucas me haces otra pregunta: ¿Quién es el mayordomo injusto que fue alabado por boca del Señor? Buscando y o la explicación y el origen de este ejemplo, desenrrollé el volumen dl evangelio y, entre otras cosas, hallé que, como los publicanos y los pecadores se acercaban al Salvador para oírle, los escribas y los fariseos murmuraban diciendo: ¿Por qué ése acoge a los pecadores y come con ellos? (Lc 15, 1 – 2). Entonces les contó la parábola de las cien ovejas, de las cuales una se había perdido, y cuando fue hallada, el pastor la transporta sobre sus hombros. A continuación indica el porqué de la narración: Os digo que, de igual modo, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no tengan necesidad de conversión (Lc 15,7). También cuando contó la parábola de las diez dracmas, de las que una se perdió y fue encontrada más tarde, terminó con una conclusión semejante: Del mismo modo, os digo, se produce alegría entre los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierte (Lc 15,10). Aún les propuso una tercera parábola, de un hombre que tenía dos hijos y repartió entre ellos su hacienda. Cuando el menor derrochó sus haberes y empezó a sentir necesidad y a comer algarrobas, que es comida de cerdos, se volvió a su padre y fue recibido por éste. El hermano mayor, envidioso, es reprendido por el padre, pues debería alegrarse y estar contento de que su hermano, que estaba muerto, había resucitado; de que habiendo estado perdido lo habían encontrado. Estas tres parábolas las dijo contra los fariseos y escribas, que no querían admitir la penitencia de los pecadores y la salvación de los publicanos. También hablaba a sus discípulos (Lc 16, 1), dice el evangelista; y no cabe duda que lo hacía con una parábola, como antes a los escribas y fariseos; y en esa parábola les exhortaba a la clemencia, y les venía a decir en otros términos: Perdonad y seréis perdonados (Lc 6,37), para que en la oración dominical podáis pedir con la frente levantada: Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores (Mt 6,12).
¿Cuál es la parábola con la que exhorta a los discípulos a la clemencia? Había un hombre rico que tenía un mayordomo (Lc 16,1) o administrador; pues eso es lo que quiere decir οἰκονομος. El nombre latino uilicus corresponde a quien administra una uilla, y de uilla se deriva el nombre uilicus. Pero el οἰκονομος o administrador le corresponde a quien administra no sólo el dinero y los frutos, sino todo lo que el amo posee. Sí, el Económico, obra bellísima de Jenofonte, significa, según la traducción de Tulio, no la administración y gobierno de una villa, sino de toda la casa. Este administrador, pues, fue acusado ante su amo de que le dilapidaba su hacienda. El amo lo llamó y le dijo: ¿Qué oigo decir de ti? Dame cuenta de tu administración, pues no vas a continuar siendo el administrador. Y éste se dijo para sus adentros: «Qué haré, pues mi señor me quita la administración? Cavar, no puedo; mendigar, me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer, para que cuando sea removido de la administración me reciban en sus casas». Y convocando uno por uno a los deudores de su señor, dijo al primero: «¿Cuánto debes a mi señor?». Respondió: «Cien medidas de aceite». El le dijo: «Toma tu recibo, siéntate en seguida y escribe cincuenta». Después dijo a otro: «Tú, ¿cuánto debes?» Contestó: «Cien cargas de trigo». Dícele: «Toma tu recibo y escribe ochenta». Y el señor alabó al administrador o mayordomo injusto porque había obrado astutamente, pues los hijos de este mundo son más astutos con los de su generación que los hijos de la luz. Yo os digo: Haceos amigos del dinero injusto para que, cuando llegue a faltar, os reciban en las eternas moradas. El  que es fiel en lo mínimo, también lo es en lo mucho. Si, pues, no fuisteis fieles en el dinero injusto, ¿quién os dará lo vuestro? Ningún criado puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará a l otro. No podéis servir a Dios y al dinero. Estaban oyendo todas estas cosas los fariseos, que eran amigos del dinero, y se burlaban de él (Lc 16, 3 – 14).
He transcrito el texto completo de la parábola para no andar buscando su significación fuera de ella y para que no tratemos de buscar personas determinadas en la parábola, sino para que la interpretemos como parábola, es decir, como un símil; y se lama así porque en ella una cosa se asimila, es decir, se compara – parabálletai – con otra, y resulta ser como una sombra y un anticipo de la verdad. SI pues el administrador de una riqueza injusta es alabado por boca del señor porque con una cosa injusta supo prepararse su justicia, y si el amo que sufrió el daño alaba la inteligencia del administrador porque, aunque fuera en detrimento del amo, él actuó inteligentemente en favor propio, ¡cuánto más Cristo, que no puede sufrir detrimento alguno y es proclive a la clemencia, alabará a sus discípulos si son misericordiosos con aquellos que les han sido confiados! Sólo después de la parábola añadió: Yo os digo: Haceos amigos con el dinero injusto. Mammón injusto se llaman, no en hebreo, sino en siríaco, las riquezas que se han acumulado injustamente. Si pues la injusticia bien administrada se convierte en justicia, ¡cuánto más la palabra divina, en la que no hay injusticia alguna, y que fue confiada a los apóstoles, conducirá, bien administrada, a sus administradores hasta el cielo! Por eso prosigue: El que es fiel en lo mínimo, esto es, en lo carnal, será también fiel en lo mucho, es decir, en lo espiritual. Pero el que es injusto en lo poco, no dando para uso de sus hermanos lo que Dios ha creado para todos,  éste será también injusto en la distribución de la riqueza espiritual y no distribuirá la doctrina del Señor según la necesidad, sino con acepción de personas. Pero, dice, si no administráis bien las riquezas carnales, que son perecederas, ¿quién os confiará las riquezas verdaderas y eternas de la doctrina de Dios? Y si habéis sido infieles en lo ajeno – y ajeno a nosotros es todo lo que es del siglo -, ¿quién os podrá confiar lo que es vuestro, lo que se refiere propiamente al hombre? Así pretende corregir la avaricia, y dice que quien ama el dinero no puede amar a Dios. Es decir, también los apóstoles, si quieren amar a Dios, tienen que despreciar el dinero. De ahí que los escribas y fariseos, que eran avaros, comprendiendo que la parábola se dirigía contra ellos, se reían de El, y preferían los bienes carnales, seguros y tangibles a los espirituales, venideros e inseguros.
Teófilo, después del apóstol Pedro, el séptimo obispo de la Iglesia antioquena, el que compilando en un solo volumen los dichos de los cuatro evangelistas nos dejó  un monumento de su talento, dijo en sus comentarios a propósito de esta parábola: «El rico que tenía un mayordomo o administrador es Dios omnipotente, a quien nadie gana en riqueza. Su administrador, Pablo, que aprendió las sagradas letras a los pies de Gamaliel, había recibido la misión de administrar la ley de Dios. Pero como se puso a perseguir, apresar y matar a los creyentes en Cristo y, con ello, a malgastar toda la haciendo de su amo, fue reprendido por el Señor, que le dice: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Duro es para ti dar coces contra el aguijón (Hch 9,4). Dijo entonces en su corazón: ¿Qué debo hacer? Yo, que fui maestro y administrador, me veo obligado a ser discípulo y trabajador. Para cavar no tengo fuerzas. Veo destruidos todos los preceptos de la ley, porque estaban ligados a la tierra; y que la ley y los profetas han terminado en Juan el Bautista. Mendigar me da vergüenza. De forma que yo, que fui maestro de los judíos, me veo forzado a mendigar de los gentiles y del discípulo Ananías la doctrina de la salvación y de la fe. Haré pues lo que considero útil para mí, para que, cuando sea echado de mi puesto de administrador, me reciban los cristianos en sus casas. Y así, a los que antes habían sido conocedores de la ley y habían creído en Cristo, pero pensaban que serían justificados por la ley, empezó a enseñarles que la ley había quedado abolida, que los profetas habían pasado y que lo que antes era ganancia había que tenerlo ahora por basura (Cf. Flp 3,8). Llamó, pues, a dos de los muchos deudores. En primer lugar al que le debía cien barriles de aceite, es decir, a los que habían sido llamados de la gentilidad y necesitaban de la gran misericordia de Dios, y e n lugar del número cien, que es pleno y perfecto, les hizo escribir el cincuenta, que es el propio de los penitentes según el jubileo y aquella parábola del evangelio en la que a uno se le perdonan quinientos denarios y a otro cincuenta. En segundo lugar llamó al pueblo judío, que se había alimentado con el trigo de los mandamientos de Dios y le debía la cifra de cien; y le obligó a cambiar el número cien por el de ochenta, es decir, a que creyera en la resurrección del Señor, que está significada en el número del día octavo, y porque ochenta consta de ocho décadas; y así pasar del sábado al primer día de la semana, Por este motivo es alabado por el Señor, porque había actuado bien y porque, para salvación suya, pasó de la austeridad de la ley a la clemencia del Evangelio.
 Y si preguntas por qué es llamado administrador de injusticia, dentro de una ley que fue dada por Dios, te diré que era administrador injusto porque, aunque sus ofrendas eran correctas, no distinguía correctamente, pues creía en el Padre pero perseguía al Hijo; se aferraba al Dios omnipotente, pero negaba al Espíritu Santo. Por eso Pablo fue más inteligente en la transgresión de la ley que los que antes habían sido hijos de la luz, pero anquilosados en la observancia de la ley perdieron a Cristo, que es la verdadera luz del Padre» (Final de la cita de Teófilo). Lo que Ambrosio, obispo de Milán, piensa sobre este pasaje lo puedes leer en sus comentarios. De Orígenes y Dídimo no he podido hallar exposición alguna sobre esta parábola, y no sé si es que se ha perdido debido a su antigüedad o es que no escribieron nada. A mí me parece que, siguiendo la anterior interpretación, los amigos que hemos de ganar con la riqueza injusta no es cualquier tipo de pobres, sino aquellos que puedan recibirnos en sus casas, las moradas eternas. De modo que habiéndoles dado cosas pequeñas recibamos de ellos cosas importantes; dándoles de lo ajeno, recibamos lo propio y sembrando en bendición, cosechemos bendición, porque el que siembra con mezquindad, cosecha también con mezquindad (Cf. 2 Cor 9,6)
A Algasia. Carta 121, 6. San Jerónimo. Epistolario, volumen 2º, pp. 481 – 488. BAC.