lunes, 12 de febrero de 2007

APOCALYPTO


"Una gran civilización no es conquistada desde fuera hasta que no se ha destruido a sí misma desde dentro”, con esta cita del filósofo Will Durant comienza la última película de Mel Gibson.

La obra es meritoria por muchos aspectos - el vestuario es simplemente fenomenal, las escenas de persecución espectaculares- pero hoy me gustaría referirme al fondo más que a la forma de la película.

La cinta nos cuenta la historia de una tribu que es arrasada por otra más poderosa, los constructores de las grandes pirámides mayas, y que quieren utilizar a sus miembros como sacrificio a los dioses. Sin ánimo de polemizar podemos decir que los hechos narrados están recogidos en la crónica de Fray Bernardino de Sahagún. Por lo tanto nada más lejos de un planteamiento mentiroso.

Si dijéramos que la película no muestra analogías con nuestra época actual, mentiríamos a todas luces. Un ejemplo claro lo podemos ver en los sacrificios en la pirámide: igual que los mayas ofrecían vidas humanas a sus dioses, nosotros hacemos lo mismo con los no nacidos y los enfermos en aras de una comodidad por lo menos siniestra. Y esto es un signo de que nuestra sociedad está fofa y gorda, como el hijo del tirano que aparece en el largometraje.

Una sociedad que ha echado al desagüe todo por lo que luchó muestra que está en descomposición. Sólo falta que nos den el golpe de gracia. Hemos dejado que el Estado triunfe sobre el individuo y hemos permitido que dirija nuestras vidas cual autómatas. Nos han dicho como tenemos que asociarnos y el fín que le tenemos que dar a las mismas. Han llegado a colectivizar a la colectividad. El Estado ha engordado ha costa del individuo y ahora no hay ni Estado ni individuo.

Sin embargo, todavía quedan islotes a los que el hombre se aferra porque sólo allí es posible encontrar su verdadera humanidad. Y ese es islote es la familia. La película hace una encendida defensa de la familia. De hecho es lo que le da la fuerza al protagonista. El fondo de la narración es la lucha de Garra Jaguar por salvar a su familia.

Por otro lado resulta curioso como el no tener hijos ha pasado de ser un motivo de escarnio y vergüenza a ser algo normal en nuestra sociedad actual. Es algo que incluso se justifica porque los niños son un estorbo que impiden colmar nuestro egoísmo. Sin embargo se yerra el tiro. Sin la fuerza de la familia es dudoso que el hombre llegue a realizarse completamente. Porque es en la familia donde la persona adquiere su nombre. Es en la familia donde se transmite la ecuación y un estar en el mundo, con los demás y consigo mismo.

La familia es el sistema más viejo de Seguridad Social y posiblemente el más eficaz. Donde el individuo es totalmente libre.

Por eso el Estado está dispuesto a acabar con ella. Si no hay familias, el hombre pasará a depender directamente del Estado y será él quién decida su nacimiento y su muerte, cuando se haya vuelto inservible. El hombre será reducido a un mero objeto y al cosificarse entonces no será menos que una mesa, pero tampoco más que un mueble.

Desde luego el futuro de nuestra sociedad no está en la vuelta a la tribu, entre otras cosas porque el buen salvaje no existió y por supuesto, no está en la creencia en una absurda alianza de civilizaciones, sea eso lo que sea. Porque no todas las civilizaciones son iguales. De hecho la maya se autodestruyó.
Aún así, podemos decir que si lo mejor de los mayas sobrevivió gracias al cristianismo (y ahí los españoles tuvimos mucho que decir), igualmente hoy, nuestra supervivencia requiere una vuelta al fundamento cristiano que revitalizó el sustrato romano y griego.

Por eso la película realmente no es desalentadora, sino que ofrece un motivo de redención a los individuos. La cruz que traen los españoles es la que salva al protagonista y a su familia. Por eso sólo en la cruz está la salvación.

1 comentario:

GFO dijo...

La progresía y su corifeo intelectualoide,esta en el trance de demoler los cimientos de nuestra civilización occidental.
Ya lo avisó Oriana Fallacci,y se esta cumpliendo escrupulosamente.
Hace dias,Pérez-Reverte confirmaba
el diagnóstico en un artículo:
"En un país tan gilipollas que hasta los niños de las escuelas tendrán una asignatura que los adiestre para el talante y la negociación, donde en boca del presidente del Gobierno un terrorista asesino que desea salir del talego es un hombre de paz, donde hasta un tertuliano de radio puede decir, sin que nadie entre sus colegas lo llame imbécil, que a los españoles les sobra testosterona y ya va siendo hora de reivindicar la cobardía, lo absurdo sería no ponerse a la cola y pedir por esa boca pecadora. Faltaría más. La mezquita de Córdoba, o el acueducto de Segovia por parte del alcalde de Roma. Y si cuela, cuela.
Quien olvida eso y se la deja endiñar en nombre del qué dirán y el buen rollito, merece que le recen en Córdoba o lo pongan mirando a La Meca. Y que cuando su legítima pase con falda corta frente a la mezquita-catedral, símbolo de la multicultura, del todos somos iguales y del diálogo de civilizaciones, otra vez la llamen puta."
Pues eso.