jueves, 28 de diciembre de 2006

UNA VOZ SE OYÓ EN RAMÁ

"Entonces Herodes, viéndose burlado por los magos, se enfureció en extremo, y mandó matar a todos los niños que había en Belén y en todos sus contornos de dos años para abajo, según el tiempo exacto que había averiguado de los magos. Entonces se cumplió lo dicho por boca del profeta Jeremías: Una voz se oyó en Ramá, llanto y gran lamentación: era Raquel que lloraba sus hijos, y no quería ser consolada, pues ya no existen" (Mt 2,16-18).

Herodes el Grande (73 - 4 a. de C), era hijo de Antípatro, un idumeo amigo de Hircano II. Muy joven (15 años) fue nombrado procurador de Galilea, acabando con los bandoleros que asolaban la región.

Siempre del lado ganador, apoyó a César contra Pompeyo. Una vez muerto César, se hizo amigo de Casio, uno de los asesinos de Julio. Cuando fue derrotado Casio en Filipos consiguió que Marco Antonio lo favoreciera. Evidentemente tras apoyar a Marco Antonio se hizo amigo de Octavio. Flavio Josefo dice de él que "Herodes consideró prudente mimar ya a los romanos y ganarse su afecto a costa del sufrimiento del prójimo". Un arribista en toda su acepción.

Se casó con Mariame nieta de Hircano, con la que tuvo a Alejandro, Aristóbulo, Salampsio, Cipro y otro niño muerto en la infancia. De otra esposa anterior, Doris, tuvo a su hijo Antípatro. Tenía una forma extraña de expresar el amor, ya que aunque enamorado de Mariame, la mató. Antes había mandado estrangular a Hircano, acusándolo de traición y corrupción.

Aunque para algunos una sóla esposa le parezca un exceso, a Herodes le debió de parecer poco ya que tras la muerte de Mariame estuvo casado con nueve. A la vez, claro.

El amor que tenía Herodes por el estrangulamiento fue inmenso, ya que por este método asesinó a sus hijos Aristóbulo y Alejandro. También estuvo a punto de sucumbir su hijo Antípatro, pero se salvó por los pelos.

Filohelenista, hizo grandes construcciones, como la del Templo de Jerusalén, la fortaleza Antonia y las fortificaciones de Sebaste. Este helenismo le granjeó la enemistad del pueblo, que veía mancillada sus costumbres. Por si fuera poco y debido a los numeroso gastos que tenía por la cantidad de obras emprendidas, abrió el sepulcro de David, arramplando con sus tesoros y joyas. Por lo visto pensaba llegar hasta los cuerpos de David y Salomón pero una llama aniquiló a dos miembros de su escolta lo que provocó el terror de Herodes y su posterior huida.

Antes de su muerte todavía tuvo tiempo de hacer alguna que otra maldad. Judas y Matías (el que aparece en el libro de los Hechos como Teudas) al enterarse que el Rey estaba enfermo, incitaron a la juventud a que derribaran el águila de oro que el Rey había erigido en la puerta mayor del Templo.

Dicho y hecho, los jóvenes derribaron el águila y el Rey detuvo a 40 de ellos, junto con Matías y Judas. A Matías y a algunos de sus discipulos los quemó vivos. Nos dice Josefo que "la propia luna se ocultó aquella noche".

Pero la enfermedad no dejaba a Herodes. Sabemos que "esta enfermedad le provocaba unos pruritos tremendos de coger cualquier cosa, a lo que, claro está, no cabía oponerse. Se le produjeron úlceras en los instentinos, tenía dolores especialmente tremendos en el recto, y en los piés se le formaron ampollas con un líquido translúcido. Un mal semejante le afectaba también al pecho. Y, por cierto, sus partes pudendas sufrieron la gangrena, que se las infectó de gusanos. Experimentaba una respiración jadeante, y ésta demasiado molesta no sólo por el hedor del efluvio, sino también por el jadeo motivado por la dificultad de respirar. Y sufría convulsiones en todos los miembros, desarrollando una fuerza irresistible".

Sabiendo próximo su fín, decidió celebrarlo por todo lo alto. Para ello convocó a los notables judíos de la nación en el hipódromo, dando la orden de asesinarlos para así aliviar el dolor que le causaba el desprecio de su pueblo. Ésto se lo mandó a sus hermana Salomé y al marido de ésta, Alexas. Con ello, "la nación entera lloraría de verdad con la consiguiente diversión y risa de él".

No nos extraña nada que según nos narra Mateo, el arribista y malvado Herodes, mandara matar a los niños menores de dos años.

Pero estos hechos que nos parecen tan lejanos, sin embargo se siguen cumpliendo hoy en día. Se sigue matando inocentes a mansalva.

Si vemos las estadísticas del aborto publicadas por el Ministerio de Sanidad, vemos que en el año 2.004 se realizaron 85.085 abortos (ahora se llama interrupción voluntaria del embarazo. Áteme esa mosca por el rabo). En Andalucía en concreto, 8'94 mujeres de cada mil, comprendidas entre 15 y 44 años abortaron. Horrendo crimen.

Todavía hay otro dato más. El 2'02 % de los abortos practicados en 2.004 se realizaron en niños de 21 o más semanas de gestación.

Esta sociedad borreguil, apesta. Dispuesta a comer y beber hasta reventar está dispuesta a todo, incluso a matar a los niños no nacidos. A matar su futuro.

La lucha contra el aborto es algo inherente al cristianismo. Ya en la Didajé (especie de catecismo del año 70 d. C) encontramos: "no matarás, no adulterarás, ..., no matarás al hijo en el seno de su madre, ni quitarás la vida al recién nacido..). No es algo inventado por los últimos papas, sino que se encuentra en el mismo fundamento, ya que Cristo es la Vida.

A pesar de los nuevos adeptos de Herodes, el Espíritu es más fuerte. El Todopoderoso no tiene igual. Además sabemos que la victoria será del Cordero. Por todo esto no podemos ni debemos dejar de luchar contra esta lacra de nuestro tiempo.

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