miércoles, 2 de noviembre de 2011

Lágrimas en la lluvia: «Católicos» y Sayés

El pasado domingo, en el programa conducido por Juan Manuel de Prada, se trató el tema del postconcilio. De Prada, para introducir el debate, como se hiciese en la antigua Clave, eligió precisamente una película ya emitida por la misma tiempo ha: Católicos.

El film, cuya puesta en escena es mala, plantea una serie de ideas muy interesantes, relacionadas con la problemática que afecta a la Iglesia Católica en la actualidad, pero sin ser capaz de rematar ninguna. Hay que decir que la película plantea una distopía sobre la que mezcla realidad con ficción.

El argumento es el siguiente: los monjes de una abadía irlandesa, que siguen la liturgia Usus Antiquior, deciden un día celebrar la Misa al aire libre. Inesperadamente, la repercusión mediática es tremenda, llegando peregrinos de todo el mundo que reclaman la Misa Tradicional. El superior de la orden, ante este terremoto decide enviar a un inspector con el fin de prohibir a los monjes la celebración de la Misa y su adaptación a lo mandado por el Concilio Vaticano IV.

La Iglesia, tras el Concilio Vaticano IV, ya no obliga a creer en la presencia real de Cristo en la Eucaristía más que como un símbolo y ha modificado el rito de la Misa - lenguas vernáculas, sacerdote coram populo -; por otra parte,  existe un órgano supremo de decisión llamado Consejo de Iglesias, los sacerdotes ya no visten ropa talar, se han introducidos elementos procedentes de otras religiones - en un momento de la película, el cura enviado para inspeccionar el convento aparece adoptando la postura de la flor de loto, mientras que los monjes rezan en el exterior, intentando molestar al sacerdote - y, finalmente, la Iglesia se ha convertido en un instrumento de lucha contra la injusticia en el mundo.

El abad, que lleva cuarenta años al frente del monasterio y padece una crisis de fe aguda, recibe al inspector y le invita a quedarse en el convento. Los monjes beligerantes ante la imposición de la nueva Misa, no están dispuestos a realizar ningún tipo de cambio. Los argumentos a favor de la antigua liturgia se suceden – quizás sea lo más brillante de la película -. Aún así, el abad, que no tiene fe, negocia con el inspector de la orden, acepta el mandato del superior y, a su vez, dimite de abad, buscando un destino más confortable, cosa que no conseguirá ya que Roma no paga traidores.

La forma que tiene de proceder el abad es muy interesante. Su actitud plantea el problema de la obediencia. Sin tener fe, usa todas las argucias que permite la regla para abortar cualquier conato de insurrección, apelando a la obediencia, de manera que deja a los monjes inermes ante las palabras del abad: un verdadero cínico.

El final de la película queda totalmente abierto : por un lado, se desconoce cómo se desarrollará en la abadía la imposición de la nueva Misa, por otro, tampoco queda claro en qué despuntará la crisis de fe del abad.
Como hemos dicho, la película es interesante en los temas que plantea, aunque ciertamente es mentirosa: primero, porque Roma no puede derogar un dogma, como el de la Transubstanciación; segundo porque la figura del abad no es creíble. Un hombre no se puede llevar cuarenta años al frente de una abadía sin fe. A pesar de estos engaños, el film es atractivo desde un punto de vista intelectual.

Y tras la película el debate. Los contertulios elegidos para la ocasión fueron el padre Verdoy, S.I., Miguel Ayuso, el padre David Amado y el padre Sayés. En este enlace se puede ver el debate.

En este debate, el teólog Sayés me dejó sumido en la mayor perplejidad. Si bien el reputado teólogo se mostraba con un claro dominio de lo que es la teología de la secularización, sus conocimientos de liturgia eran más o menos que ninguno. En su argumentación a favor de la nueva Misa – una vez que fue expuesta la ya archiconocida crítica al Novus Ordo del Cardenal Joseph Ratzinger – adujo el número de anáforas – como si tener cuatro fuera, en sí, algo bueno -,la antigüedad de la Plegaria Eucarística II – dijo que era del siglo II. ¿Habrá leído a Bouyer? En un progre se entendería, puesto en boca de Sayés no deja de causar perplejidad -, y la presencia de la doxología menor – que aparece en el Canon Romano -.

Sayés habló de la teología de la secularización, de la transignificación y de las malas influencias que ejercieron gente como Schillebeeckx, Robinson, Küng y Tillich. Esto es algo que no se puede negar. Otra cosa es que esa influencia tenga un alcance real o bien se quede en un nivel superior, de manera que no contamine a la base.

Sin embargo, mayor efecto tienen los cambios en la Liturgia como pueden ser la comunión en la mano, en cuanto que rebaja la reverencia a Quién está presente en la Eucaristía, Cristo el Señor, o la celebración del sacerdote coram populo – toda una novedad - que convierte al sacerdote en el centro de la celebración litúrgica, desplazando a Dios, la introducción de lenguas vernáculas o los acaecidos en el rito del Bautismo como la petición del idem, por parte de padres y padrinos, como si fuera una cosa, en vez de la fe. Todos estos cambios tiene una verdadera influencia en la mente de los fieles y en su forma de creer – lex orandi, lex credendi -, de ahí la importancia de la Liturgia.


Que un teólogo de la talla de Sayés no pueda/quiera ver esta realidad no deja de ser sorprendente, a la vez que preocupante. Sin embargo no es un problema únicamente de Sayés: es el problema de los católicos de hoy.

2 comentarios:

Miles Dei dijo...

Sayés ha sido formado en la Gregoriana con Gallot. Mantiene que Santo Tomás no era sino una especie de monofisita, cosa que dice así tal cual de todo el tomismo y que yo personalmente he oído de su boca.

Mantiene en otra de sus obras que la resurrección de Cristo no es un dogma definido porque nunca ha hecho falta definirlo, cuando claramente fue definido contra los cátaros junto con otros importantes contenidos de la fe en el concilio IV de Letrán.

Ahora muestras su ignoracia en otras materias, lo que no de extrañar porque los conservadores (neocones que dicen otros) tienden a sobrevalorar lo menos malo y lo exaltan como si fueran glorias. Aún lo hacen cuando coinciden gustos políticos, creando barbaridades como la de César vidal, que es un historiador más que nefasto y con saña anticatólica al que elevaron en fama y económicamente sin merecerlo. Y así pinta y pintará la cosa. No le pida a estos conservadores un conocimiento teológico serio porque pasan de ello en cuanto han satisfecho su moralina política y salvado su bolsillo.

In diebus illis dijo...

Bueno, esta redacción que vió el programa añadiría algo más:

La postura jansenista de Sayés que nos dejó helados. Cómo pudo hacer tal manifestación sobre la lectura de la Escritura en la misa. Desde nuestra humilde experiencia, peregrinar y apoyandonos en la tradición, lo que desarrollo Sayés fue jansenismo. El de Pascasio Quesnel y el Conciábulo de Pistoya. Nosotros nos preguntamos ¿Está la misa para hacer un culto de la Escritura (como los protestantes)? ¿O para dar culto a Dios? Porqué si la misa y su protomodenista división de Liturgia de la palabra y liturgia eucarística fueran verdad. Los Santos padres y la Iglesia de Roma hubiera desarrollado otro tipo de Misa. Sin duda es una impugnación contra la Santa Tradición.