El templo judío quedaba ubicado en un solo lugar. El mundo entero no podía estar en él, ni tan siquiera toda una nación, sino tan sólo algunos de la multitud. Pero el templo cristiano es invisible y espiritual, por eso puede estar en todas partes. Jesús dijo a la Samaritana: Vendrá el tiempo en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad. Lo harán "en espíritu y en verdad" porque, si no es invisible, su presencia no puede ser real. Lo que es visible no es lo real; lo que es material se desintegrará.
El templo de Dios, en el ámbito cristiano, está en todas las partes donde hay cristianos; él está tan plenamente presente en cada lugar como si no estuviera en ninguan otra parte. Y nosotros podemos entrar y unirnos a los santos que lo habitan, a la familia celeste de Dios, de manera tan real cmo el judío entraba en los atrios visibles del Templo. Nosotros no vemos nada de nuestro templo espiritual, pero ello es condición necesaria para estar en todas partes. No estaría en todas partes si lo viéramos en un lugar concreto; no vemos nada, pero gozamos de todo.
Beato John Henry Newman.
Meditación miércoles 9 de Noviembre, 2.011. Revista Magnificat.
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