Un santo - y próximamente, Doctor de la Iglesia -:
Porque los misterios que Cristo obró en su baptismo y pasión son bastantes para sosegar cualquier tempestad de desconfianza que en corazón se levante. Y así por esto, como porque ningún libro hay tan eficaz para enseñar al hombre todo género de virtud, ni cuánto debe ser el pecado aborrecido y la virtud amada, como la pasión del Hijo de Dios; y también porque es extremo de desagradecimiento poner en olvido un tan inmenso beneficio de amor, como fue padecer Cristo por nos, conviene, después del ejercicio de vuestro conocimiento, ocuparos en el conocimiento de Jesucristo nuestro Señor. Lo cual nos enseña San Bernardo, diciendo: "Cualquiera que tiene sentido de Cristo sabe bien cuán expediente sea a la piedad cristiana, y cuánto convenga, y cuánto provecho le trae al siervo de Dios y siervo de la redempción de Cristo, acordarse con atención, a lo menos una hora del día, de los beneficios de la pasión y redempción de nuestro Señor Jesucristo, para gozar suavemente en la conciencia, y para sentallos fielmente en la memoria. Esto dice San Bernardo; el cual así lo hacía (San Juan de Ávila, Audi Filia, capítulo 68, 2).
Y un cofrade antiguo:
Este recuerdo es para el cristiano, cual una elocuente y viva lección que le enseña a odiar el crimen y amar la virtud; pues no es posible que teniéndola presente, insistir quiera en la senda de los extravíos, desoyendo la voz de la conciencia que le apercibe de su ingratitud. Por esta causa varones esclarecidos recomendaron muy mucho esa devoción, haciendo de ella los mayores elogios.
S. Agustín dijo: que la consideración de la Pasión del Señor era de más mérito que visitar la Tierra Santa. S. Gregorio el Grande asegura: que es señal de predestinación; y S. Alberto Magno en su tratado de la Misa afirma: que la simple memoria o meditación de la Pasión, era de mayor mérito que ayunar a pan y agua por el espacio de un año todos los viernes; que tomar todas las semanas unas disciplinas de sangre, y que rezar diariamente los ciento cincuenta salmos del salterio de David. (José Bermejo y Carballo, Glorias Religiosas de Sevilla, pág. 11).
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