Los unos conceden una primacía a la tradición objetiva. Tal es el caso, entre otros de Fr. Hettinger, J.V. De Groot, O.P., A. Tanquerey, P.S.S., J. Pohle, S.J., B. Bartmann, J. Muncunill. En muchos de estos teólogos, y además en otros, así como en los teólogos romanos del siglo XIX, Perrone y Franzelin, la tradición (objetiva) y la Sagrada Escritura, se presentaban como constitutivas de la regla remota de fe, mientras que la Iglesia, o más precisamente el ministerio de sus pastores era la regla próxima. Esta distinción entre regla próxima y remota podría, sin duda alguna, invocar a Suárez, pero nos parece que en este caso Suárez está más próximo a los grandes teólogos del siglo XII que a los teólogos modernos. La palabra «regla» es de acepción bastante amplia: puede aplicarse – en sentido figurado - «a todo lo que sirve para dirigir, conducir, regir» (Littré); pero es evidente que la acepción antigua en la que Regula fidei significaba el contenido objetivo y normativo de la fe, y la acepción más reciente de criterio, no pueden situarse en el mismo plano. La primera regla es absolutamente y soberanamente reguladora de toda la vida interna de la Iglesia en la fe; la segunda no es regla sino en un sentido derivado. No es regla interna de la fe como virtud teologal, sino regla de su profesión eclesial, en cuanto que los objetos que cree la fe son precisados como dogmas, en reglas canónicas de la creencia eclesial. Podría, pues, discutirse esta distinción, o por lo menos este vocabulario, en nombre de una teología de la fe divina.
Pero otros han puesto esta cuestión sobre el tapete en otro aspecto, y en beneficio de una mayor dependencia de la tradición respecto el magisterio. Ya Billuart (+ 1757) había observado que «tradición» no dice, por sí, sino doctrina comunicada de viva voz; para que tenga calidad de regla de fe, es necesario que sea comunicada por el magisterio. Así la tradición activa que realiza la «Iglesia», la praedicatio ecclesiastica, o más exactamente la proposición selectiva por un magisterio que tiene autoridad, desempeña una función forma en relación con la tradición objetiva o con el depósito: ella la constituye en su calidad normativa. Por esta razón muchos teólogos contemporáneos: 1º identifican «Iglesia», es decir, el sujeto de la Praedicatio ecclesiastica o de la tradición activa, con el magisterio jerárquico: lo que no hacían ni Franzelin, ni Scheeben, ni el mismo Perrone. Nada más significativo de una evolución, que puede situarse entre 1910 y 1920, que ciertos cambios sin importancia introducidos en los textos de una edición a otra de la misma obra. Se puede decir que la teología moderna ha introducido el magisterio en la definición de la tradición, algo así como Belarmino introdujo al Papa en la de la Iglesia (…) 2º Estos teólogos critican la categoría de «regla remota» de la fe y concluyen por atribuir exclusivamente al magisterio actual - «viviente» - la calidad de regla de fe. Se puede preguntar si, en ciertas condiciones, el magisterio no se convierte en el único lugar teológico, única fuente de conocimiento de la verdad religiosa. El P. Bainvel no pone, entre su posición y esta consecuencia, sino el espesor de un frágil muro, por decirlo así. Los teólogos que llegan hasta eso, emplean aún, sin embargo, respecto de los monumentos de la tradición y de la Escritura, la expresión de «regla remota». La Escritura y la tradición no son inútiles, pero su papel consistirá más bien en rendir testimonio en favor del magisterio viviente de la Iglesia y justificarla. La fuente es el magisterio: Escritura y Tradición, en el sentido objetivo de la palabra, son las referencias por las que los teólogos justifican ese magisterio.
El padre L. Billot dirigió con todo vigor el frente de esta teología en la época del modernismo. Billot muestra, en la Escritura y la tradición oral, dos formas de transmisión del contenido dela Revelación. Pero si la Escritura tiene necesidad de una interpretación, como se ha reconocido desde siempre, cuánto más la tradición, realidad mucho menos fija, menos definida, que es preciso buscar en gran número de documentos de valor desigual y de sentido muchas veces discutible. De este modo no puede ser una regla de fe, que transmite una verdad revelada, sino propuesta por el magisterio asistido. De manera que, si se la considera en una época determinada, la tradición se confunde con el magisterio auténtico, regla próxima e inmediata de nuestra fe.
Ives M. J. Congar, O.P. La Tradición y las tradiciones, tomo I. Capítulo VI: Tradición y magisterio desde el Concilio de Trengo a 1.950 . Tradición y magisterio viviente en la teología romana de Perrone (1824) a 1950. Ediciones «Dinor» - San Sebastián, 1964; pp. 327 - 329
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Afinando, afinando...
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