sábado, 26 de noviembre de 2011

El obispo Müller y la virginidad de María en el part

Recientemente han salido unos escritos del obispo Müller en los que hace una interpretación del dogma de la virginidad de María, concretamente de la virginidad en el parto. El texto, publicado por el periodista Andrés Beltramo, dice lo siguiente:

En el acto del alumbramiento (como en otras realizaciones humanas básicas) se perfila una diferencia entre la pasividad del suceso a que se ve sometida la parturiente y su voluntad de comportamiento activo, es decir, de integración personal en la totalidad del acontecimiento. En perspectiva antropológica, esta diferencia se experimenta como “dolor”, desintegración y amenaza. Pero en virtud de la respuesta afirmativa a la encarnación de Dios, debe contemplarse la relación de María con Jesús, incluido el acto del alumbramiento, en el horizonte de la salvación escatológica que ha acontecido en Cristo.

Por consiguiente, el contenido del enunciado de fe no se refiere a detalles somáticos fisiológicos y empíricamente verificables. Descubre, más bien, en el nacimiento de Cristo los signos anticipados de la salvación escatológica del tiempo final mesiánico, ya iniciado con Jesús. En la interpretación teológica de la liberación de “dolores” de María en el acontecimiento del parto del Redentor debe también tenerse en cuenta la doctrina, testificada por la Biblia, del seguimiento de María hasta la cruz. La espiritualidad cristiana reconoce -de acuerdo con el modelo de María- que en todo parto que una mujer acepta en la fe hay una experiencia de la salvación ya venida escatológicamente.

Mientras unos párrafos más adelante, en la página 501, agrega: Desde los primeros años del siglo IV aparecen, con diversas variantes fórmulas trimembres acerca de la virginidad de María antes, en y después del parto. Su fundamento se encuentra en la maternidad virginal asumida en virtud de su disposición a creer. A partir de este enunciado cristológico sobre la virginidad de María antes del parto se sigue -con un sentido más acusadamente mariológico de la afirmación- la insistencia en el proceso mismo de parto (virginitas in parto), derivada del hecho de que María da a luz realmente al Dios hombre y Redentor y de que, en la secuencia de su absoluta entrega humana al acontecimiento de la redención, no tuvo ninguna relación con José, ni por tanto, otros hijos. El contenido de fe de la virginidad de María antes, en y después del parto y, por consiguiente, su virginidad perpetua, está testificado por todos los Padres de la Iglesia(.).

Más allá y por encima de la errónea interpretación del dualismo gnóstico de la virginitas in partu entendida como negación de la realidad de la humanidad de Jesús esta doctrina eclesial debe ser entendida en el sentido de la realidad de la encarnación. No se trata, pues, de singularidades fisiológicas del alumbramiento (por ejemplo, que no se abriera el canal del parto, o que no se rompiera el himen ni se produjeran los dolores propios de las parturientas), sino de la influencia salvadora y redentora de la gracia del Redentor sobre la naturaleza humana, que había sido “vulnerada” por el pecado original.
Para la madre, el parto no se reduce a un simple proceso biológico. Crea una relación personal con el hijo. Las condiciones pasivas del alumbramiento se integran en esta relación personal y están internamente determinadas por ella. La peculiaridad de la relación personal de María con Jesús está definida por el hecho de que su Hijo es el Redentor y de que en su relación con él debe ser entendida en un amplio horizonte teológico.

El obispo hace una relectura de la virginidad en el parto de la Virgen asumiendo unos principios antropológicos incompatibles con la Revelación. Uno de los grandes problemas de la teología actual es la asunción de la filosofía moderna y postmoderna acríticamente, sin estudiar previamente si dicha filosofía podía diluir la fe, que es precisamente lo que ha terminado haciendo. El problema es metafísico.

El obispo Müller repite, en fino, los errores de Joviniano (s. IV), que sostuvo la concepción virginal de la Virgen no así la virginidad en el parto. María habría perdido la misma ya que dio a luz a su Hijo según el modo ordinario de la naturaleza.

Joviniano, según cuenta la historia, tras haber vivido algún tiempo en un monasterio de Milán, acabó preso de los placeres sensuales, siendo llamado por San Jerónimo el Epicuro de los cristianos.

Antes que emborronar electrónicamente la red con mis palabras, prefiero dejar mi sitio al padre Alastruey, un teólogo insigne que escribió un tratado definitivo sobre la Virgen María. El problema es que el bueno de Alastruey es anterior al Concilio Vaticano II, por lo que su tratado, aunque monumental, está muerto, editorialmente hablando, para las nuevas generaciones.

Es hora de que yo cierre la boca y hable Alastruey:

Tesis: La Bienaventurada María conservó en el parto su virginidad sin mancha.

Es de fe.

1º. Símbolos y concilios.- El símbolo de los Apóstoles, el Concilio de Letrán, la Constitución Cum quorumdam, de Paulo IV, y el Concilio XI de Toledo, (…), profesan la virginidad de María en el parto.

2º.- Sagrada Escritura.- a) Isaías (VII,14): He aquí que concebirá un virgen y parirá un hijo… El profeta no solamente dice: He aquí que una virgen concebirá, sino que también dará a luz un hijo, y, por tanto, sus palabras, lo mismo que de la concepción, hay que entenderlas del parto in sensu composito, esto es, de virgen que permanece virgen en el parto. Y así fueron entendidas por los Santos Padres, entre los cuales San Ambrosio dice: «Esta es la Virgen que concibió en su seno, la Virgen que dio a luz un hijo. Pues así está escrito. HE aquí que una virgen concebirá en su seno y dará a luz; no dijo solamente que habría de concebir, sino que también que habría de dar a luz» (Ep. 42, ad Siricium Papam).

b) San Mateo (1,23): Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que el Señor había anunciado por el profeta que dice: He aquí que una virgen concebirá y parirá un hijo.
c) San Lucas (11,7), insinúa el parto virginal de María con estas palabras: Y parió a su Hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo recostó en un pesebre. Lo cual, en verdad, no hubiera podido hacer María si hubiera estado sujeta a las molestias comunes de otras madres.

3º.- Santos Padres – Unánimemente los Santos Padres, desde los tiempos apostólicos afirma implícita o explícitamente el parto virginal de María.

San Ignacio Mártir dice: «Al principio de este siglo se le ocultó la virginidad de María, y el parto de la misma, y la muerte del Señor: tres misterios resonantes que fueron realizados en el misterio de Dios» (Ep. ad Ephesios, 18). Estas palabras muestran suficientemente que en la virginidad y en el parto de María hubo un misterio divino que se ocultó al demonio.

San Gregorio Taumaturgo: «Tú has nacido de María Virgen como quisiste, y como Tú sólo sabes, no violaste su virginidad, sino que la conservaste y se la diste con el nombre de María; y ni la virginidad impidió tu parto, ni tu parto violó la virginidad, sino que se unieron cosas tan contrarias como parto y virginidad, porque para Ti, Creador de la Naturaleza, esto es fácil y sencillo» (Serm. In sancta Theophania, entre las obras de San Gregorio Taumaturgo).

San Efrén: «Por esta razón nació de virgen, abriendo el Espíritu Santo el seno para que saliera el hombre que era autor de la Naturaleza…Por lo cual, niel que nació removió el sello de la virginidad, ni la Virgen sintió en el parto dolor y trabajo» (Serm. adv. Haereticos).

San Ambrosio, refiriéndose a las palabras de Ezequiel (XLIV,2): Esta puerta está cerrada; no se abrirá, y hombre no pasará por ella…, dice: «¿Qué puerta es ésa sino María? Puerta cerrada, porque es virgen. La puerta, pues, es María, por la que Cristo entró en este mundo, cuando nació de parto virginal y no destruyó el secreto de la virginidad» (De inst. virg., c. VII).
San Agustín: «Si la integridad de María se hubiera destruido por el que de ella nació, éste ya no nacería de virgen, y toda la Iglesia profesaría falsamente que había nacido de María Virgen; la cual (la Iglesia), imitando a su Madre (María), diariamente da a luz nuevos hijos y es siempre virgen» (Enchir., c. XXXIV).

San Pedro Crisólogo: «Virgen concibe, virgen da a luz y permanece virgen» (Serm. 117).

San León Magno: «Fue concebida por el Espíritu Santo dentro del seno de la Madre Virgen, que así lo dio a luz, salva su virginidad, como, salva su virginidad, lo concibió» (Ep. 38).

San Idelfonso, arzobispo de Toledo: «Si quitas a nuestra Virgen la generación o la integridad, haces ignominiosamente injuria a Dios. Pues niegas que tuviera poder para conservarla pura, confesando que pudo acercarse a la Virgen sin corromperla. Niegas que Dios pudiera hacer lo que quiere si concedes que, encontrando íntegra a su Madre, la dejó sujeta a la corrupción. Luego, como tú afirmas que la Divinidad omnipotente no favoreció a la virginidad, sino que la perjudicó, porque, si al nacer violó la dignidad virginal, destruyó por lo mismo la suma virginidad; con lo cual vienes a decir que naciendo desdoró a la Virgen el mismo que creándola la había adornado» (De Virginit. S. Mariae, c.I).

b) Se acusa a Tertuliano (De carn. Chr. 23) y Orígenes (Mom. 14, In Luc.) de haber negado la virginidad de María en el parto.

Pero, aunque así fuera, el disentimiento de estos dos escritores no puede debilitar el consentimiento de tantos Padres que hablan sin restricción alguna del parto virginal de María; pues, como dice Vicente de Lerín: «Si en la misma antigüedad se encuentra algún desliz en uno o más Padres, compárese con el sentir de los demás en la misma materia, y por el mayor número de ellos júzguese de la cuestión propuesta» (Adv. haeres. Novit)

Fuera de que la discrepancia en este asunto acaso haya de reducirse únicamente a Tertuliano, por lo que de Orígenes dice Neubert: «On pourrait donc resumer la pensée d?Origéne sur la virginité in partu en disant, suivant la terminologie scolastique, que s’il la nia quelque temps matériellement, il la profesia tojours formallement» (Marie dan l’Eglise anténicéenne, p. II).

Por lo demás, hay que perdonar a estos dos escritores si al combatir con ardor a los docetas, que negaban la realidad de la carne de Cristo, traspasaron los límites de la verdad y dijeron incautamente que María perdió en el parto su integridad virginal, para que no pareciese que el cuerpo de Cristo era fantástico.

4º.- Sagrada liturgia.- Celebra la liturgia en diversos lugares la virginidad inviolable de María en el parto: «Concibió por obra del Espíritu Santo a su unigénito Hijo, y permaneciendo en ella la gloria de la virginidad dio al mundo al que es la Luz eterna, Jesucristo, Señor nuestro» (Praef. de B.M. Virgine).

«Darás a luz en verdad un Hijo, pero tu virginidad no sufrirá detrimento; concebirás, pero serás siempre madre intacta» (In Off. Annunt., resp. 3 ad Matut.)

5º.- Razón teológica.- A) De parte de Cristo: a) En cuanto es el Verbo de Dios, pues como dice Santo Tomás, el verbo no solamente es concebido en el corazón o en el espíritu sin corrupción, sino que también sin corrupción procede del espíritu. Luego para manifestasr que el cuerpo de Cristo era el cuerpo del mismo Verbo de Dios, fue conveniente que naciera del seno incorrupto de la Virgen.

b) En cuanto es Redentor del género humano, pues Cristo vino para quitar nuestra corrupción; luego no convino que al nacer destruyera la virginidad de su Madre.

B) De parte de la Bienaventurada María.- a) En cuanto que es Madre de Dios, pues si Cristo hubiera nacido como los demás hombres, nada habría en su nacimiento que demostrara que era verdadero Dios. Por esto dice San León: «Tal nacimiento convino a Cristo, poder y sabiduría de Dios, por el cual fuera semejante a nosotros en la humanidad y superior por la divinidad» (Serm. 1. De Nativ.).

b) En cuanto es corredentora del género humano; pues María en la obra de la redención es la nueva Eva, opuesta a la primera. Luego contrariamente a Eva y a sus hijas, que en pena del pecado están sujetas al dolor y a la corrupción del parto, María, nueva Eva, estuvo exenta de esas penalidades, como estuvo libre de culpa.

Gregorio Alastruey, Tratado de la Virgen Santísima. Ed. BAC, 1.945; pp. 454 – 457.

10 comentarios:

Miles Dei dijo...

¡Zas! ¡En toda la boca!

Anónimo dijo...

Ese texto blasfemo y tan desdeñoso de la virginidad "somática" va a gustar mucho en un convento que yo me sé. Se van a hacer todas "fans" de Müller (con permiso de Von Balthasar y De Lubac).

Pioquinto dijo...

Entre las teologías del cuerpo, las JMJ, Asís y la virginidad virtual, es muy de agradecerse que todavía editan el catecismo del sacrosanto Concilio de Trento, libro de referencia obligado en estos tiempos de la hermenéutica de la nosequé, de la neo-evangelización y de la teosofía V-2 rahneriana. A todos los dogmas les han puesto un signo de interrogación y ya nada lo tienen por sagrado. Saludos.

Isaac García Expósito dijo...

¿Y dónde me dejan lo que ha dicho el cura, Joan Antoni Mateo García? ¡Es doctor por la Gregoriana!

Qué desastre...

Hermenegildo dijo...

Isaac: ¿negar la virginidad en el parto supone también negar la virginidad "post" parto?

Isaac García Expósito dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Isaac García Expósito dijo...

Hermenegildo, buena pregunta. Nosotros afirmamos la virginidad perpetua de María (parthenós = siempre virgen) que quiere decir, concretamente, que fue virgen antes del parto (Jesús ha sido concebido no por colaboración de varón, sino por obra del Espíritu Santo y, además, no existió ningún comercio carnal antes del nacimiento de Jesús), en el parto (tema del que trata el artículo) y tras el parto (María no engendró hijo alguno después de Cristo ni tuvo comercio carnal alguno).

Ahora bien, la virginidad en el parto es condición necesaria para la virginidad tras el parto, ya que la Virgen no perdió la integridad corporal.

Este enunciado se compone de tres proposiciones: A = B ^ C ^ D. Para que una conjunción sea verdadera, tienen que ser verdadera cada una de las proposiciones que la forman. En este caso:

A = perpetua virginidad de María.
B = virginidad antes del parto.
C = virginidad en el parto.
D = virginidad tras el parto.

Si negamos uno de los enunciados (C en este caso), aunque afirmemos los otras dos (B y D), la conjunción sería negada.

No es cuestión de afirmar uno o varios enunciados de la conjunción, sino todos.

No sé si me explico

Isaac García Expósito dijo...

Pregunta: en los seminarios, ¿se estudia lógica?

Antonius dijo...

¿Como era aquello de la gran apostasía? Aparte de la deserción de millones y millones y de la impostura de mas y mas millones... ¿Hemos de entender también la gran apostasía como la negación de los dogmas? ¿Será cada vez mas descarado, y hasta gritado a los cuatro vientos? ¿Lo llegará a ser algún día, incluso, de forma "oficial"? ¿Cual es el alcance del «non praevalebunt»? ¿Está la higuera ya dando haciendo brotar las primeras brevas y el estío está próximo?

Maranatha.

P. Albrit dijo...

Respuesta: No