lunes, 27 de diciembre de 2010
¿Fin de la comunión en la mano?
En la pasada celebración de la Misa del Gallo por el Romano Pontífice ocurrió, durante la administración de la Sagrada Comunión, un hecho que me llamó poderosamente la atención. Los que fueron a recibir la comunión del Papa, lo hicieron de rodillas, como es habitual. Hubo un momento especialmente emotivo, cuando una persona de edad provecta, que se desplazaba ayudado de un bastón se arrodilló para recibir al Señor, siendo auxiliado para recobrar la posición vertical: cuando se quiere, se puede.
Esta imagen, contrasta con la cantidad de reumáticos que tenemos en España – aunque supongo que pasará igual en otros lugares -, que impide a tantas y tantas personas arrodillarse durante la Consagración.
De escuchar el canon de rodillas, ni hablamos. Tantos años hollando la liturgia, tiene sus consecuencias, ¡ay!
Siendo realmente ejemplar la actitud de dicho hermano, no es esto precisamente lo que me llamó la atención – que también -, sino lo que ocurrió en otro sitio de la Basílica. Dos personas, se acercaron a recibir la comunión en la mano. La primera, mano sobre mano, se acercó al sacerdote y éste, en vez de depositar la Sagrada Forma en la palma, la introdujo en la forma. El que venía detrás del primer fiel, hizo la misma operación y, como no podía ser de otra manera, el sacerdote también.
¿Estamos ante la revocación del indulto concedido bajo el Pontificado de Pablo VI? La manera que tiene de actuar el Papa Benedicto es conocido por todos, enseñando, no imponiendo. Otra cosa son los Obispos. Los mismos que extendieron, urbi et orbi, el indulto concedido por Paulo VI, se podrían aplicar el cuento y hacer lo mismo en sus celebraciones litúrgicas, sugiriendo a sus sacerdotes que hagan lo mismo y formando a los catequistas en estas praxis litúrgicas.
Como no soy un iluso, sé que esto no se hará: la Misa según la Forma Extraordinaria es un buen ejemplo de lo que digo. Posiblemente esto no sea el fin de la comunión de la mano, sino el principio del fin. Una pica, no en Flandes, sino en Roma.
¡Arriba los corazones!
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