En la noche de ayer celebramos una vigilia extraordinaria de adoración al Santísimo Sacramento en la Parroquia del Claret, en Sevilla, con motivo de los actos que se vienen desarrollando por el ciento veinticinco aniversario de la fundación de la Adoración Nocturna en Sevilla.
La Adoración Nocturna, tan numerosa antaño, se encuentra capitidisminuida hogaño; apenas llegan a un centenar los adoradores activos en Sevilla capital. Por esta razón, se están desarrollando una serie de vigilias extraordinarias en distintas parroquias de la ciudad con el objeto de revitalizar esta asociación.
Para el desarrollo de estas vigilias se toma como modelo la que sirvió para la conmemoración de la fundación. La misma empieza con el rezo de un himno que es la traducción al castellano del Pange Lingua.
Pange, lingua, gloriosi Córporis mystérium Sanguinísque pretiósi; así comienza el canto eucarístico que realizó el Doctor Angélico a petición del Papa Urbano IV. Cuentan que el Romano Pontífice encargó a Santo Tomás de Aquino y a San Buenaventura la composición de unos himnos. Ambos se pusieron manos a la obra, pero al escuchar San Buenaventura la belleza de lo redactado por el Doctor Angélico, acabó rompiendo los suyos, uno a uno.
La oración del Pange Lingua reza así (en español):
Que la lengua humana
cante este misterio:
la preciosa sangre
y el precioso cuerpo.
Quien nació de Virgen
Rey del universo,
por salvar al mundo
dio su sangre en precio.
Se entregó a nosotros,
se nos dio naciendo
de una casta Virgen;
y, acabado el tiempo,
tras haber sembrado
la palabra al pueblo,
coronó su obra
con prodigio excelso.
Fue en la última cena
-ágape fraterno-,
tras comer la Pascua
según mandamiento
con sus propias manos
repartió su cuerpo,
lo entregó a los Doce
para su alimento.
La Palabra es carne
y hace carne y cuerpo
con palabra suya
lo que fue pan nuestro
Hace sangre el vino,
y, aunque no entendemos,
basta fe, si existe
corazón sincero.
Adorad postrados
este Sacramento.
Cesa el viejo rito;
se establece el nuevo.
Dudan los sentidos
y el entendimiento:
que la fe lo supla
con asentimiento.
Himnos de alabanza.
bendición y obsequio;
por igual la gloria
y el poder y el reino
al eterno Padre
con el Hijo eterno
y el divino Espíritu
que procede de ellos. Amén.
Las palabras que abren el Himno (Pange, lingua, gloriosi) se deben al poeta latino Venantius Fortunatus. El texto, que pertenece al oficio de la fiesta del Corpus Christi, es una síntesis – que raya la perfección -, precisa y preciosa, de la doctrina de la Transubstansación. Es un compendio de teología desde luego. Lo que muchos tardan años en explicar, Santo Tomás lo condensa, lo aprieta, lo comprime en este poema, en el que no falta ni sobra nada y en donde se encuentra todo.
Como se leía en la antigua liturgia en la fiesta del Doctor Angélico: estilo conciso, exposición agradable pensamiento profundo, denso, claro (Stilus brevis, grata facundia; celsa, firma, clara sentencia). Ojalá la teología moderna fuese de esta guisa, pero indiscutiblemente, el desnivel parece insalvable.
Eso sí, a pesar de la belleza del himno del aquinate, siempre nos quedará el deseo de saber, de conocer, la maravilla que escribió San Buenaventura. Sólo el Doctor Seráfico y Dios lo saben
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