Él (Dios) es el sujeto último de toda la tradición auténtica. Lo es en la medida en que está comprometida en la misión y en que el enviado es fiel. Esta medida es variable. Dios no se carga del mismo modo con la responsabilidad de todo ni tampoco en el mismo grado. Carga con la responsabilidad de las Escrituras canónicas: Él es su autor, en esto consiste la inspiración de las mismas. Carga con la responsabilidad de todo lo que han hecho los Apóstoles para fundar las Iglesias. Él carga de manera absoluta con la responsabilidad de todo cuanto hizo y dijo Cristo. Cuando se llega a la Iglesia, e incluso a aquellos que es en ella la sucesión de los Apóstoles, el vínculo de Dios con su acción no es ya más que un vínculo general de alianza. Esto es suficiente para asegurar la «imprevaricabilidad» de la Iglesia (Mt., 16,18), su indefectibilidad en lo que atañe precisamente a la substancia de la alianza, y por consiguiente a los actos decisivos relativos a la conservación e interpretación del depósito. Esto no garantiza – pero tampoco debilita ni descalifica -, las excrecencias con respecto al depósito, ni la totalidad de los actos de la Iglesia concernientes a este mismo depósito. Ciertas representaciones de la idea de «encarnación continuada», según las cuales por ser la Iglesia el cuerpo de Cristo, su boca sería la misma boca de Cristo y todo lo que ella dice procedería de Cristo, no tienen suficientemente en cuenta la diferencia que existe entra unión de Encarnación y unión de alianza. La primera hace que todos los actos del Hombre – Dios tengan a Dios por sujeto de atribución, y por consiguiente tengan una garantía absoluta. La segunda es la de un «cuerpo místico», que es también Esposa y conserva su subjetividad particular frente a Cristo, su Señor; ella deja al sujeto humano su libertad y su responsabilidad propias, en el marco de las flaquezas y de las gracias, de los esfuerzos de su fidelidad, no garantizando sino sus decisiones finales respecto de la realidad misma de la alianza.
Por esta razón estimamos necesario restaurar, junto a la noción de infalibilidad, que se ha empleado demasiado exclusivamente y demasiado abundantemente, sobre todo a partir del siglo XIX, la noción de indefectibilidad. Cierto número de actos de la Iglesia, o del Papa que la personifica, son infalibles. No se puede decir, pura y simplemente, del papa o de la Iglesia que son infalibles. No lo son. Ciertos actos realizados por ellos tienen la garantía de serlo, y así puede decirse, con el concilio Vaticano, que el papa es infalible, cuando… estos actos intervienen de ordinario al término de una investigación o de una lucha llena de incertidumbre y de dudas, y de las que la historia nos ofrece más de un ejemplo.
Ives M.J. Congar, O.P., La Tradición y las tradiciones, Ediciones
Dinor, pp. 142 - 144
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2 comentarios:
¿Sabes como conseguir el libro de Congar, Isaac?
Mira en Iberlibro. Ármate de paciencia hasta que alguien lo ponga en venta.
Los libros - la edición que yo tengo son dos tomos -, son muy buenos. Tanto es así que no los han vuelto a editar.
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