miércoles, 7 de diciembre de 2011

El artículo de Monseñor Ocáriz y las dudas de San Juan Bautista



Monseñor Ocáriz ha sido uno de los interlocutores por parte de la Santa Sede, que ha tomado parte en las conversaciones mantenidas entre ésta y la HSSPX. Hace pocos días publicó un artículo sobre los grados de adhesión al Magisterio que en sí mismo aporta poco y que desde el punto de vista dialéctico diría que fracasa.

¿Por qué fracasa? Principalmente por dos razones: la primera, porque si lo que está en discusión es la continuidad de ciertas enseñanzas procedentes del Vaticano II, hablar de los distintos grados de adhesión desde éste último, no parece una idea muy feliz. En este sentido la justificación del Concilio deviene en un razonamiento circular, justificándose a sí mismo.

La segunda porque, frente a las dudas presentadas a Roma sobre la continuidad con el magisterio anterior de las enseñanzas del Vaticano II, pedir obediencia está bien, pero eso no elimina el problema. Las preguntas y respuestas están en dos niveles distintos. Es más, las preguntas, con dicho artículo – si es que realmente ese era el objeto del mismo – quedan sin respuesta.

A raíz de este artículo me he acordado de dos cuestiones: la primera, de las tesis del obispo de Ratisbona, Gerar Ludwig Muller, sobre la virginidad de María en el parto. No estaría mal que Monseñor Ocáriz le mandara al epíscopo copia certificada del artículo. La segunda cuestión es un tema que sale una y otra vez en las predicaciones, las dudas de fe. Dudas que se verían incluso en el Bautista. Queramos o no queramos nuestro mundo nos afecta. Tanto que incluso despista a cierto páter que celebra según la Forma Extraordinaria.

La semana pasada, segundo domingo de Adviento, la lectura de la Misa y del Breviario es la del Evangelio de San Mateo (Mat . 11, 2 – 10), en la que el profeta, San Juan Bautista, encarcelado, manda dos discípulos al Señor para que le preguntaran si realmente Él era el Mesías que había de venir o tenían que esperar a otro. Este Evangelio, como digo, se presenta como una duda de fe del Precursor. Pero, ¿es así? Bien, en la tercera lectura del oficio de Maitines del segundo domingo de Adviento, la lectura que se hace es la sexta homilía del libro de San Gregorio Magno, Homilías sobre los Evangelios. En ese mismo texto, San Gregorio, interpreta lo que a los ojos de los modernos exégetas no es más que una duda de fe. Dice San Gregorio:



Hermanos carísimos, debemos preguntarnos: Juan, profeta y más que profeta, que dio a conocer al Señor, cuando venía a ser bautizado en el Jordán, diciendo (Io. 1,29): He aquí el Cordero de Dios, ved aquí el que quita los pecados del mundo; que, considerando su pequeñez y el poder de la divinidad de Aquél, dice (Io. 3,30): Quien trae su origen de la tierra, a la tierra pertenece y de la tierra habla; el que ha venido del cielo es superior a todos, ¿por qué, estando e la cárcel, enviando a sus discípulos, pregunta: ¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?, como si no conociera al que antes había mostrado con el dedo y como si no supiera que es el mismo a quien había pregonado cuando predicaba, cuando bautizaba y cuando le señalaba con el dedo?

Mas esta cuestión se resuelve en seguida si se atiende al tiempo y orden de los sucesos; porque, cuando estaba en las orillas del Jordán, fue cuando aseguró que ese mismo era el Redentor del mundo; pero, cuando estaba encarcelado, es cuando inquiere si es el mismo el que ha de venir; y no porque dude que El mismo es el Redentor del mundo, sino que pregunta para saber si El, que había venido en persona al mundo, también descendería personalmente a lo profundo del infierno (del seno de Abrahán); por si, como, precediéndole en el nacimiento, le había anunciado al mundo, le precedía también muriendo y descendiendo al infierno.

Por esto pregunta: ¿Eres tú el que ha de venir o esperamos a otro?; como si claramente dijera: Así como te has dignado nacer para los hombres, da a conocer si también te dignas morir por los hombres y descender a los infiernos, de suerte que yo, que he sido el precursor de tu nacimiento, sea también precursor de tu descenso y anuncie que tú has de venir al infierno, como anuncié que habías venido al mundo.

He ahí por qué el Señor, requerido, después de enumerar los milagros de su poder, respondió en seguida, aludiendo a la humillación de su muerte: Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, se anuncia el Evangelio a los pobres; y dichoso aquel que no tomare de mí ocasión de escándalo.

Obras de San Gregorio Magno, ed. BAC; pp. 555 - 556.

Tres categorías confluyen en la persona de San Gregorio: ser Papa, ser Padre de la Iglesia y, finalmente, ser Doctor de la Iglesia. ¿Bien? Que yo sepa, tan Magisterio es el Juan Pablo II como el de San Gregorio Magno, con la peculiaridad señalada en este último, que no es moco de pavo. Entonces, la pregunta es, ¿a estas cuestiones no alcanza la adhesión al Magisterio? ¿O es que el antiguo sí se puede orillar?

Pues eso.

4 comentarios:

Pioquinto dijo...

Nos hemos convertido en prisioneros de una hermenéutica. Si estamos en desacuerdo con la hermenéutica, estamos fuera. Pero tenemos dos religiones frente a frente. Y a sólo un caso me remito:
La doctrina preconciliar, prescribía que se convirtiera a paganos. Mis ancestros viviían en la América precolombina, y resultaron beneficiados por la evangelización. Se convirtieron al cristianismo. Bendito Dios.
Según la hermenéutica de la continuidad posconciliar, no se debe obligar a nadie a cambiar su religión, por la libertad religiosa.
Si se hubiera aplicado èsa doctrina en la època actual, los frailes NO HABRIAN PODIDO CONVERTIR A NADIE. A DIOS DOY GRACIAS QUE NO NACI EN AQUELLA EPOCA. En el nombre del ecumenismo y de la libertad religiosa, se han cometido grandes crímenes contra la fé.

Tulkas dijo...

El Breviarium Romanum es salutífera medicina contra el gran déficit de la Iglesia postconciliar. Este déficit consiste no en la ausencia de la validez de los sacramentos, sino que los pastores no son de fiar más allá del ex opere operato.

En otras palabras: de los pastores no se puede ya esperar ni instrucción, ni doctrina. La claudicación de la evangelización no es ya un mero pecado de omisión, es algo institucionalizado en la Iglesia: más vale que callen, porque lo que predican va en contra de la Verdad.

El Breviario Romano es un refugio inestimable ante este déficit de predicación verdadera.

En la red está disponible una traducción bellísima a un inglés un tanto anticuado, pero por ello mismo vigoroso y bellísimo.
¡Cuánta falta hace una traducción al español!

Isaac García Expósito dijo...

Pues sí Tulkas, yo pienso lo mismo.

Antonius dijo...

Pues me viene muy bien que se haya tocado el tema del evangelio de San Juan Bautista. Aquel domingo asistí a Misa Tradicional y efectivamente el sermón hablaba de la duda de fe de Juan Bautista. Me quedé a cuadros. En Misa Tridentina, cura con sotana, fieles muy devotos, y el resto del sermón muy contundente y tradicional, aunque en la capilla (la iglesia lleva años en obras, así que el aforo es limitado y el escenario es de un edificio en obras, que raro, ¿verdad?) donde se oficia hay un retrato de JP2, no se yo si por devoción o por imposición.

El caso es que yo tenía pensado que Juan Bautista manda a sus discípulos no porque él tenga dudas sino para que los propios discípulos se vayan despegando de él y vayan reconociendo por sí mismos al Mesías.

Ahora leo que San Gregorio daba otra enseñanza de este evangelio.

Por favor, ¿alguien me puede explicar con qué debo quedarme? ¿Por qué en Misa Tridentina se hace un sermón que no tiene nada de tradicional? ¿Imposición? ¿Hasta que punto llega el férreo control y estrangulamiento de la Misa Tradicional? Agradecería alguna respuesta, pero opino cada vez mas que el Summorum Pontificum no pretende realmente la restauración de la Misa Tradicional sino mas bien todo lo contrario.