domingo, 18 de septiembre de 2011

¿Queda vergüenza en España?




A raíz de la nueva implantación del impuesto de patrimonio asistimos impertérritos, a la emergencia de la desvergüenza política en toda su plenitud.

Los que se dedican a la cosa pública se presentan en el escenario, sin pudor, como auténticos desahogados, riéndose del pueblo en su cara. Un pueblo, por otra parte, inane, que soporta todo lo que le echen.

Una de las declaraciones que más me han hecho sonrojar han sido las de la ex – alcaldesa de Málaga, Celia Villalobos. La diputada ha expresado se ha expresado en los siguientes términos:
Como siempre pagamos los de siempre, los ricos no pagan nada, a los que estamos en medio nos dan leches de todos los colores

Quicir, que la buena señora nos está diciendo que ella pertenece a la cofradía a la que pertenece la mayoría de los españolitos, la de los «tiesos».
¡Qué poca vergüenza!

Ella, que comparte con el resto de los parlamentarios la pertenencia a la casta, esa nueva clase privilegiada que nunca tendrá que temer por el puesto de trabajo y que tampoco se preocupará por un empeoramiento de las condiciones laborales, dice que no es rica. Pues desde luego, lo disimula muy bien.

Esto es lo que hay. Los antiguos demagogos engañaban al pueblo, los postmodernos, se ríen.

p.s. Y puestos a hacer recortes, ¿por qué no recortamos en políticos?

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Isaac, en mi humilde opinión creo que debemos de ir mas al fondo del asunto, porque de lo contrario el esfuerzo se queda en nada. Si me lo permites responderé en dos partes.

Está bien denunciar a estos sinvergüenzas metidos a política, pero solo son eso, unos pobres sinvergüenzas que han visto que en democracia el mejor lugar para hacer lo suyo es meterse a la política. En tiempos de Franco o en otro sistema político no pasarían de chorizos de barrio, o como mucho serían falsos patriotas falangistas metidos en el asunto a ver lo que pudían mangar (y Franco no les dejaba mangar mucho precisamente).

No nos engañemos, la democracia se puede definir de muchas maneras y ninguna de ellas buena y aceptable para un católico sincero. Podríamos decir de alguna manera que la democracia es el sistema político mediante el cual los sinvergüenzas se encaraman al poder como garrapatas y no lo sueltan hasta que de tanto expolio y tropelía acaban con el huésped (en este caso el pueblo, la nación) a base de chuparle la sangre y envenenarlo con mortíferas enfermedades infecciosas. No hay mas que echar un vistazo a lo que acontece en el día de hoy, por ejemplo y de forma paradigmática en España. ¿Es, o no es? Pero un aspecto triste es que esto que estoy diciendo no lo quiere ver nadie o casi nadie cuando hace ya dos milenios y medio un sabio llamado Aristóteles ya describía en similares términos lo que era la democracia y en que degeneraba. Aristóteles decía que en la democracia los demagogos siempre se hacían con el poder y que por sus malas artes e intenciones siempre acababan por hacer colapsar el sistema. Hoy en España tenemos la aplicación práctica y perfecta de lo que decía Aristóteles hace 2.500 años. Pero no queremos aprender.

Por tanto no hay nada nuevo y estos sinvergüenzas metidos a la política no hacen ni mas ni menos que lo que se espera de ellos, así que: ¿Para que extrañarse? ¿Para que escandalizarse? Estos parásitos infecciones hacen lo suyo, no saben hacer otra cosa, y de cierta forma se podría decir que hacen bien explotando al huésped mientras éste no solo se deja hacer sino que se presta alegre y entusiastamente a ello. Cuando una persona tiene una infección lo normal es ir al médico para que le recete antibióticos y tome medidas para combatir y vencer el asalto. Pero si el enfermo sigue exponiéndose a la intemperie y se va a vivir justo en el medio del vertedero de basura: ¿Nos ha de extrañar que el sujeto muera por infección masiva acabando con su cuerpo descompuesto y putrefacto?

Queridos, el problema no está en el agente infeccioso que solo hace lo que sabe y se le supone, el problema está en el organismo huésped que no solo no lucha contra la infección sino que la tolera y la estimula. El sujeto está enfermo, pero enfermo mental, y he ahí el problema. El problema está en la cabeza, y hasta en el corazón, y como no en el alma.

[Sigue...]

Anónimo dijo...

[... Continua ... ]

Es el pueblo el que vota a esta gentuza una y otra vez. Y perdón, pero a una persona o a un pueblo se le puede engañar una, dos, tres veces... o unos 4, 8, 12 años... pero a los 40 años el pueblo ya sabe todo lo que tiene que saber y ha visto todo lo que tiene que ver para tomar sus decisiones, así que por favor no me venga nadie con el cuento del pobre pueblo engañado porque eso es falso, como mucho acepto que se deja engañar porque quiere, pero creo que ni con esas.

Es el pueblo el soberano y por tanto el responsable último. Es el pueblo el que elige a los mismos malvados administradores una y otra y otra y otra vez a sabiendas de que son unos mentirosos, unos ladrones, unos asesinos y unos tiranos. Que narices, es el pueblo el principal y destacado responsable. No hay que culpar al virus por ser un virus, el pobre virus solo hace lo que sabe hacer y que es su motivo de existir. El virus no tiene culpa de que le sirvan el organismo huésped en bandeja y cuando así lo hacen el virus ataca y se hace fuerte en la plaza, porque ese es su cometido. En cambio al que si hay que culpar es al huésped que se le supone una defensa de su organismo y la lucha por la propia vida. Y España y su pueblo eligieron que ya no quiere seguir viviendo.

Por tanto yo creo que mas bien deberíamos centrarnos no tanto en denunciar las tropelías de aquellos que hacen lo que se les supone y que es razón de su propia existencia sino de aquellos que teniendo la obligación de oponérseles no solo no lo hacen sino que lo permiten, alienta y además colabora en ello activamente. Denunciemos al pueblo que es el que una y otra vez elige una y otra vez a estos sinvergüenzas metidos a la política y que consiente con su voto la existencia de este régimen asesino y suicida cual es la democracia en general y en particular el régimen del 78.

Por otra parte y ya en lo que toca a la Iglesia deberíamos preguntarnos como ha sido posible que una nación presuntamente católica y tras un positivísimo y próspero régimen católico de casi 40 años haya permitido suicidarse de esta manera arrojándose a sí mismo de la barca de la vida que peregrina por el mar de la historia para abrazarse con entusiasmo a un ataúd de muerte y fabricado con plomo que obviamente no flota sino que lleva rápida y directamente a lo mas profundo de los abismos.

Podríamos empezar por aquí y empezaríamos a ver cosas sorprendentes pero para no torturar mas al amable lector y no tentar la paciencia del dueño mejor lo dejamos aquí de momento con la esperanza de que reflexionemos sobre todo esto. Definitivamente deberíamos no centrarnos tanto en las quejas sino que deberíamos enfocarnos en el análisis y las soluciones.

Gracias.

Anónimo dijo...

Gracias, Antonius, por su magnífico diagnóstico. El problema es: ¿cómo conseguir que el enfermo tome la medicina que necesita?

Anónimo dijo...

Estimado Anónimo.

¿cómo conseguir que el enfermo tome la medicina que necesita?

Es que ese no es necesariamente el objetivo principal, por una parte, y por otra parte no podemos obligar al enfermo a que tome la medicina, que a fin de cuentas somos católicos y sabemos que Dios da libertad al hombre y allá al hombre como use esa libertad.

El objetivo principal es servir a la Verdad. Servir a la Verdad quiere decir muchas cosas pero en este contexto digamos que nos referimos a buscar la verdad en todo momento y proclamarla. Mas específicamente el enfermo nunca tomará medicina alguna si ni siquiera es consciente de que está enfermo de muerte. Si seguimos insistiendo por activa y por pasiva y machaconamente lo malos que son los políticos y todo el mal que hacen a los pobrecitos ciudadanos votantes que son unos angelitos del cielo entonces no estamos indagando en la verdad sino en un análisis mas bien frívolo de la situación.

La verdad tiene fuerza por si misma y mal asunto para el que no lo vea así, pero debemos ser lo suficientemente valientes para buscarla, aceptarla y proclamarla. Lo que pasa es que decir la verdad siempre implica sacrificio y problemas tan solo por decir la verdad. ¿Estamos dispuestos, individualmente, a decir la verdad aceptando el sacrificio y la persecución que ello conlleva? ¿Acaso no estamos necesitados de conversión para aceptar el sacrificio de contar la verdad? ¿Acaso no estamos llamados a aceptar y cargar la Cruz? ¿Acaso estamos dispuestos a aceptar la conversión y la Cruz retirándonos discretamente a nuestra particular Oración en el Huerto donde habremos de sudar sangre? ¿Acaso lo haremos o en el momento de la verdad volveremos a huir dejando solo a Cristo? ¿Y todavía nos llamamos orgullosamente discípulos de Cristo? ¿No es tener un poco de cara dura?

Interesantes preguntas que cada uno de nosotros deberíamos de hacernos, ¿no cree? En definitiva la pregunta es: ¿Que estoy dispuesto realmente a hacer para ser un digno discípulo de Cristo? ¿O solo nos gusta ser discípulos de boquilla?

Y es que no hace falta esperar a una hipotética situación de martirio o algo así. La lucha es diaria. Así que pregúntese si usted, la próxima vez que en el círculo de amigos, familiares, etc... surja la conversación de lo sinvergüenza que es este o el otro, será capaz de contar la verdad que en este caso y en resumidas cuentas sería decirle a sus amigos, familiares, compañeros de trabajo que mas sinvergüenzas han sido ellos que han sido los que votación tras votación han ido eligiendo a esos canallas contra los que despotrican manteniéndolos en su cargo, dejándoles hacer todo y por tanto dando legitimidad al podrido régimen del 78. ¿Está usted dispuesto a ganarse unas cuantas enemistades con sus familiares, amigos y compañeros de trabajo? ¿Carga usted la Cruz o se la dejamos toda a Cristo? ¿Somos fieles discípulos de Cristo o salimos corriendo a las primeras de cambio?

Si usted es católico y está usted confirmado sepa que es usted un soldado de Cristo y que le ha prometido a El servirle con entrega y coraje hasta la muerte. Sepa que lucha para Él, no para usted. Por eso no debe esperar ver frutos de su lucha porque de los frutos ya se encarga Él que es Soberano y Señor nuestro. No luche usted con ninguna esperanza de que llegue usted a beneficiarse de los frutos de la lucha. Entregue su sacrificio a Dios y quizás Dios quiera que los frutos los disfruten las generaciones venideras pero de primeras asimile que usted de primeras y aparentemente va a fracasar porque la victoria solo es de Él, por eso lo que importa es la lucha.

Bien, pues como decía antes podemos empezar por aquí, contando la verdad y siguiendo indagando en ella.

En Cristo y su Santísima Madre.