Las declaraciones de la ministra orwelliana Bibiana Aído y las de Gregorio Peces – Barba – aquél que se apuntó al PSOE tres años antes de la muerte de Franco, ¡otra víctima del franquismo!, ¡anda que no! - , denotan la perversión moral en la que se mueve la izquierda española.
Las afirmaciones realizadas por el expresidente del Congreso y por la ministra de des-Igualdad son intercambiables en sus términos, aunque con distinta suerte: si la ministra deja muestra de su torpeza e ignorancia, Peces – Barba, por otro, deja ver el lado más siniestro de la izquierda.
Ambos personajes pretenden cerrarle la boca a la Iglesia. Encerrar a la Iglesia en la sacristía es una de las viejas pretensiones de los liberticidas, aunque la verdad sea dicha, ese siempre ha sido el primer paso.
El mundo moderno que tiene en el derecho a la libertad de expresión uno de sus pilares, quiere sin embargo, que la Iglesia Católica calle. Curiosamente, ha convertido un derecho Universal en un derecho de castas: sólo unos elegidos pueden hablar lo que quieran.
Sin embargo esto no es lo peor, sino lo grosero, lo que se ve a simple vista. Lo maléfico es el intento de modificación de la sociedad, en el que los gobiernos de izquierdas son especialistas por acción y los de derechas por omisión.
Aído, adoctrinando a los suyos en Pola de Lena – donde el Ayuntamiento quiere privilegios para los asturianos -, distingue entre pecado – infracción grave contra la ley de Dios – y delito, de manera que la Iglesia sólo tiene competencia entre los primeros y no entre los segundos, como si la ley positiva no tuviese que referenciarse a la ley divina, siendo producto del consenso humano. Lo aterrador es comprobar como calza perfectamente lo expresado por la ministra con el juicio del nazismo sobre los judíos: “El gobierno sabe que en una cuestión como esta no podemos contentar a todo el mundo". Evidentemente los niños abortados, como los judíos en la Alemania nazi, no pertenecen al conjunto de los contentos, sino al de los afligidos.
De todas formas no es cuestión de cebarse con la ministra porque no se le pueden pedir peras al olmo, y eso es más producto de una mente ignorante que no hace otra cosa que seguir directrices del partido. Lo más divertido de todo esto es ver como los libertarios caen en la esclavitud del partido.
Todo lo contrario ocurre con el señor Peces-Barba, uno de los padres de la Constitución - ¡oh! -. Sus declaraciones las podríamos clasificar como proféticas, al fin y a la postre son una visión del futuro, de lo que nos espera, y desde luego el mismo no es nada halagüeño.
Ha dicho el socialista que a partir de la ruptura de la unidad religiosa “comienza la separación entre el derecho y la moral, la moral y la política y luego, con la recuperación de la razón en la Ilustración, nos vamos acercando a la laicidad".
Pavoroso pero no por ello inesperado.
El PSOE sabe mucho de la separación entre el derecho y la moral y entre ésta y la política. Su historia lo demuestra. Esperando la llegada de la dictadura del proletariado, llevó a la nación a la Guerra Civil; para acabar con el terrorismo creó el terrorismo de Estado; para controlar los mecanismos de poder, acabó con la división de poderes, uno de los pilares fundamentales de la Democracia.
Si el derecho se separa de la moral, acaba subvirtiendo ésta, creando una nueva moral, donde lo bueno ya no será bueno, aparte la ley ya no tendrá el carácter propedéutico para enseñar el bien. Si la política se separa de la moral, si ya no se ocupa de las instituciones necesarias para que el hombre pueda alcanzar la vida feliz, el Estado se acaba erigiendo en Leviatán, esclavizando al ciudadano.
Las declaraciones de Peces-Barba son impúdicas, inmorales y un aviso para lo que se nos viene encima.
Tomemos nota.
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