Aunque tenía pensado hacer un recordatorio luctuoso por la pérdida de la fiesta de la Circuncisión del Señor, la carta de Monseñor Asenjo, Arzobispo de Sevilla por el año nuevo, me ofrece la ocasión para que este artículo no se quede en un mero recordatorio.
El Ordinario de la Archidiócesis de Sevilla afirma en su carta que:
La liturgia renovada después del Concilio Vaticano II ha colocado esta solemnidad, que sustituye a la antigua fiesta de la Circuncisión del Señor, en el corazón de la Navidad, reconociendo así el papel insustituible de María en el misterio que en estos días celebramos.
Aunque sea duro decirlo, lo que aquí afirma el Arzobispo esto no es más que liturgia – ficción. La fiesta de la Circunsición del Señor es una muestra de lo que es el desarrollo orgánico de la Liturgia, desarrollo que se terminó abruptamente en el año 1.969 año de culminación de la reforma orquestada por Bugnini, con el beneplácito y aquiescencia de S.S. Paulo VI.
Hace ya un año que publiqué un artículo, basado en una publicación del blog, lamentablemente perdido, Athanasius contra mundum. En síntesis, la festividad se compone de varias celebraciones litúrgicas: Circuncisión del Señor, Octava de Navidad y una tercera, dedicada a la Santísima Virgen. Posiblemente, en este día, se celebrase una segunda Misa en Santa María de la Antigua, en el foro. De esa fiesta nos han quedado antífonas tan bellas como esta:
Reconocemos, ¡oh María!, que siempre se ha conservado intacta tu gloriosa virginidad, como la zarza que vio Moisés sin consumirse. Madre de Dios, intercede por nosotros.
Como se puede comprobar, la Virgen María siempre estuvo presente en dicha festividad. Y no sólo por las antífonas, sino también por la hermosa oración colecta:
Oh Dios, que por la fecunda virginidad de la bienaventurada Virgen María, procuraste al género humano la gracia de la salvación eternal: haznos sentir la eficacia de su intervención, por la cual nos fue dado recibir al Autor de la vida, a nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, quien contigo vive y reina….
Es decir, la reforma litúrgica no recuperó nada.
En otro orden de cosas, nos tendríamos que preguntar por la importancia de la fiesta perdida. Dicha festividad es muy importante, tanto en el plano doctrinal como en el práctico:
1º.- Prueba la naturaleza humana del Señor. Es Cristo el que se circuncida, no un fantasma. La Sangre que fluye es verdaderamente Su Sangre.
2º.- Se unen el Antiguo con el Nuevo Sacrificio. Cristo cumple con la Ley Antigua: «Veis cómo toda la Ley Antigua fue imagen del futuro: porque la circuncisión significa la expiación de los pecados. El que es circuncidado espiritualmente, por la poda de sus vicios, es juzgado digno de las miradas del Señor», dice San Ambrosio en el Oficio de Maitines. La Iglesia, señalando a Cristo como judío, enseña que la Antigua Ley llega a su plenitud. La consecuencia es tremenda en cuanto el mandamiento judío deja de estar vigente.
3º.- En el orden práctico enseña la Iglesia que el Bautismo no se puede diferir. La Liturgia es, como siempre, la mejor catequesis.
Los estragos provocados por el arqueologismo litúrgico han sido mayúsculos.
El problema es la nula conciencia que tienen los obispos de este desastre. Un ejemplo es el Arzobispo de Sevilla, Monseñor Asenjo, que habla de la «liturgia renovada» por la que se reconoce «el papel insustituible de María en el misterio que en estos días celebramos», cosa que, como ha quedado demostrado, no ocurría en la Liturgia celebrada hasta el año 1.969 de manera ordinaria. Es más, el Misterio de la Virgen estaba unido al del Hijo, notable síntesis de desarrollo orgánico, como ya he dicho. De la festividad tal como ha quedado en el Novus Ordo no podemos decir lo mismo: se ha creado una fiesta de laboratorio con material antiguo.
El Papa Benedicto ha marcado un punto de no retorno respecto a la Liturgia, con la promulgación del Motu Proprio Summorum Pontificum. Recemos para que este año, la celebración de la Misa Tradicional siga extendiéndose por la Iglesia.
Oremus!
Feliz año 2.012.
1º.- Prueba la naturaleza humana del Señor. Es Cristo el que se circuncida, no un fantasma. La Sangre que fluye es verdaderamente Su Sangre.
2º.- Se unen el Antiguo con el Nuevo Sacrificio. Cristo cumple con la Ley Antigua: «Veis cómo toda la Ley Antigua fue imagen del futuro: porque la circuncisión significa la expiación de los pecados. El que es circuncidado espiritualmente, por la poda de sus vicios, es juzgado digno de las miradas del Señor», dice San Ambrosio en el Oficio de Maitines. La Iglesia, señalando a Cristo como judío, enseña que la Antigua Ley llega a su plenitud. La consecuencia es tremenda en cuanto el mandamiento judío deja de estar vigente.
3º.- En el orden práctico enseña la Iglesia que el Bautismo no se puede diferir. La Liturgia es, como siempre, la mejor catequesis.
Los estragos provocados por el arqueologismo litúrgico han sido mayúsculos.
El problema es la nula conciencia que tienen los obispos de este desastre. Un ejemplo es el Arzobispo de Sevilla, Monseñor Asenjo, que habla de la «liturgia renovada» por la que se reconoce «el papel insustituible de María en el misterio que en estos días celebramos», cosa que, como ha quedado demostrado, no ocurría en la Liturgia celebrada hasta el año 1.969 de manera ordinaria. Es más, el Misterio de la Virgen estaba unido al del Hijo, notable síntesis de desarrollo orgánico, como ya he dicho. De la festividad tal como ha quedado en el Novus Ordo no podemos decir lo mismo: se ha creado una fiesta de laboratorio con material antiguo.
El Papa Benedicto ha marcado un punto de no retorno respecto a la Liturgia, con la promulgación del Motu Proprio Summorum Pontificum. Recemos para que este año, la celebración de la Misa Tradicional siga extendiéndose por la Iglesia.
Oremus!
Feliz año 2.012.